miércoles, 25 de agosto de 2010

Somos piezas de un puzzle deseando encajar en este mundo

Todos deseamos cosas en la vida. Cada uno tiene sus motivaciones. Siempre parece que no estamos satisfechos por más que tratemos de llenar nuestros deseos y aspiraciones.
Esto es algo que ocurre desde el principio de la Humanidad. En un principio éramos un todo. Después de la creación del Universo todo se dividió y nos convertimos en piezas de un puzzle incompleto que busca volver a formar parte de un todo de nuevo.Cuando estamos en el vientre de nuestra madre somos un todo con ella y cuando morimos somos un todo con el Universo.
Durante nuestro paso por este mundo buscamos las piezas que nos faltan para sentirnos más realizados, más felices, y formar así el puzzle particular de nuestra vida. Buscamos para sentirnos plenos y llenar el vacío que ya tenemos de por sí : primero, el cariño de nuestros padres, la compañía de nuestros amigos, sentirnos autónomos y libres, aficiones que desarrollen nuestras habilidades, una pareja o un amigo íntimo con quien compartir nuestra vida, un trabajo que nos haga sentirnos realizados, una estabilidad económica, tener un hijo, etc.
Pero esto no siempre es fácil. Y cuando una o varias de estas cosas fallan se desestabiliza nuestra vida. Muchas veces, como ahora en tiempos de crisis, una desgracia te lleva a otra. Por ejemplo, el no tener trabajo o estabilidad económica te puede llevar a tener problemas con la pareja o aislarte de tus amigos.
Cuando no se consiguen llenar estos vacíos intentamos hacer cosas que nos hagan soportar los problemas como caer en la infidelidad, el alcohol, el juego, las drogas, o incluso el suicidio.
Otras veces simplemente buscamos valores materialistas que eleven nuestro ego, como creernos superiores por tener un coche mejor que nuestros amigos o someterse a los últimos tratamientos de belleza para superar a las demás. Y, luego estar siempre rodeado de falsos amigos para alardear de coche, belleza, trabajo, buen sueldo... y así reafirmen nuestro ego. El problema es que esta reafirmación de nuestro ego termina convirtiéndose en egoísmo porque sólo pensamos en llenar en nuestros vacíos y no en los de nuestra pareja, hijos, padres, amigos... Y ellos también están deseando llenar sus vacíos con nuestro cariño, nuestra compañía y nuestra atención.
Además, los valores que promueve esta sociedad materialista (dinero, belleza, sexo...) hace que nos obsesionemos demasiado por conseguirlos. Y cuando los conseguimos volvemos a sentirnos vacíos, así que hay que volver a buscarlos de nuevo. Muchos jóvenes llenan sus vacíos cada fin de semana con alcohol, drogas, sexo... pero al empezar la semana vuelven a estar vacíos. Están pidiendo a gritos a los adultos que les ayuden a llenar sus vacíos ayudándoles a sentirse autónomos y valorados.
Otra alternativa que merece la pena probar es llenar nuestras vidas con Dios. Porque cuando no tenemos dinero o trabajo, problemas con la pareja o los amigos, o no nos sentimos realizados como padres, como hijos o como jóvenes, Dios está ahí para darnos todo su amor de padre y de amigo y para darnos fuerzas para luchar recordándonos que todo lo que necesitamos para salir adelante está en nuestro interior, porque Él nos lo ha dado. Sólo tenemos que abrir los ojos con fe y hablar con Él. Siempre está ahí, dispuesto a calmar nuestra sed con agua viva, con la que no volveremos a tener sed, porque tendremos el manantial de vida en nuestro interior, que es Él.

viernes, 20 de agosto de 2010

MATRIMONIOS HOMOSEXUALES

La Iglesia no acepta el matrimonio entre homosexuales porque el matrimonio es la unión entre un hombre y una mujer.
Si una pareja de homosexuales me preguntara por qué no se pueden casar por la Iglesia, yo me planteo las siguientes cuestiones:
Si es una cuestión de sexualidad, ¿quién puede cuestionar la feminidad o masculinidad de una persona? Porque esta persona se puede sentir tan mujer como yo.
Desde el punto de moral, hay parejas de homosexuales que comparten sus vidas, se sacrifican el uno por el otro y se entregan en cuerpo y alma, quizá con más intensidad que los heterosexuales, por las dificultades a las que han tenido que hacer frente para estar juntos. Sin embargo, hay parejas que se casan por la Iglesia que realmente no asumen el compromiso que supone cuidar cada día su matrimonio. A lo mejor se casan simplemente por el impacto social que puede tener la celebración de su boda en su círculo social.
Desgraciadamente no tenemos referencias en la Biblia (o al menos yo no las conozco) que nos ayuden a comprender si cuando se instauró el matrimonio se estaba excluyendo a este colectivo de realizar este compromiso ante Dios.

lunes, 16 de agosto de 2010

LA VERDAD OS HARÁ LIBRES

Es triste ver cómo muchas veces en la vida no podemos estar al lado de quienes queremos simplemente por pensar de manera diferente. Siempre he pensado que cuando se dicen las cosas con delicadeza y con buena voluntad no tiene por qué haber problemas con el otro, pero esto no siempre es así.

En el último artículo que publiqué hice una crítica de la Iglesia en general, desde la perspectiva de la gente de la calle, y de las parroquias en particular, desde mi propia experiencia, no muy buena, por cierto, pero que ya está olvidado. Sólo me llevó a hacer esta crítica ver cómo después de tantos años, la semana pasada, sin ir más lejos, me encontré con un nuevo caso de este tipo de posturas.

Tal vez hay gente que no haya entendido este artículo y me gustaría aclararlo. No escribo desde el resentimiento y mucho menos pretendo atacar a nadie. Haciendo una comparación, un hijo que critica a sus padres no les quiere menos que otro hijo que vive su vida sin meterse en nada. Igual que un aficionado al fútbol que critica a su equipo no es menos aficionado que el que mira para otro lado cuando las cosas se pueden mejorar. Ni el ciudadano que critica a sus gobernantes porque cree que las cosas se pueden hacer de otra forma, es menos fiel a su ideología política. Más bien es al contrario, le duele lo suyo, y no puede mirar para otro lado cuando ve que las cosas no van bien. No es que se crea superior al otro ni pretenda imponerle nada ni que sea más rebelde, quizá más maduro porque es capaz de asumir que su Iglesia, su familia, su partido y su equipo tienen defectos.

Es cierto que nadie se debe creer poseedor de la verdad, pero todo se puede debatir. Dicen que la verdad nos hará libres, pero a veces es muy caro el precio que hay que pagar. Aunque es mejor vivir sintiéndose libre que ser esclavo de la mentira por miedo a enfrentarse a los demás.

domingo, 8 de agosto de 2010

La Iglesia en la sociedad actual

En una encuesta publicada hace poco se refleja que en diez años el número de españoles que se considera católico ha decrecido de un 82.7% a un 72.7%. Y los que van a misa los domingos han pasado de un 21 a un 13% en diez años. En otra encuesta los religiosos aparecen como las profesiones peor valoradas por los españoles.

Según mi modesta opinión, una de las causas de ello podría ser el hecho de que hayan salido más casos de pederastia a la luz en estos últimos años. Pero, también es cierto que el Papa Benedicto XVI ha luchado más que ningún otro para que salgan todos los casos a la luz y que sean castigados por la justicia penal. Incluso ha reconocido que el mal de la Iglesia está dentro de la propia Iglesia. Y esto supone un gran avance en los planteamientos de la jerarquía eclesial.

Otra de las causas por las que la Iglesia se está devaluando últimamente es por la polémica surgida a raíz de las medidas tomadas por el actual gobierno socialista de suprimir los crucifijos de los colegios, de legalizar el aborto, de permitir matrimonios homosexuales o de independizar totalmente al Estado de los cultos religiosos, ante lo que la Iglesia se ha mostrado en contra. Esto ha favorecido que la opinión pública asocie la derecha política con la Iglesia. No sé realmente si el Gobierno socialista ha tomado estas medidas para parecer más defensor de las libertades, medidas casualmente opuestas a la postura católica. El caso es que no creo que se deba hacer esta asociación Iglesia-derecha. Ni la Iglesia debe caer en esta provocación, (a excepción claro, del caso del aborto que atenta claramente contra la vida humana, y más de la forma tan incongruente que lo han hecho, acortando la edad de la menor para tomar decisiones), ni los de ideología de izquierdas deben pensar que la izquierda defiende la libertad y la Iglesia el modo de pensar conservador. Es cierto que durante muchos años (yo ni siquiera había nacido) la Dictadura y la Iglesia estuvieron unidas, pero eso ya pertenece al pasado, y prueba de ello es la postura humilde del Papa actual.

De todas formas sí creo que muchos miembros de la Jerarquía eclesial deberían seguir el ejemplo del Papa y avanzar con los tiempos en su forma de entender los cambios de la sociedad actual. Y también algunos deberían de abandonar posturas dictatoriales en sus parroquias y trabajar en equipo con los miembros de las comunidades, porque aunque ellos son quienes están al frente de las parroquias, la Iglesia somos TODOS.

Empieza por quererte a ti mismo

En el último artículo hablé sobre la felicidad y sobre lo importante que es querer a la familia y los amigos para ser feliz. Pero como dice el refrán: "La caridad empieza por uno mismo". Tenemos que empezar a querernos a nosotros mismos.

Muchas veces queremos que nuestras acciones agraden a todo el mundo. A veces ni siquiera somos conscientes de ello. Simplemente hacemos las cosas porque las hace la mayoría y así es fácil que nos acepten y nos valoren más, además de que nos sentimos más seguros. La verdad es que la sociedad condiciona bastante a la hora de elegir el camino que vamos a seguir en la vida. Si tienes la autoestima baja no es fácil resistir que tu familia y amigos te estén machacando cada vez que te ven, para que hagas lo que ellos creen que es "mejor para ti". Por eso hay que conocerse a uno mismo y tener claro qué queremos realmente y, sobre todo, tener una buena autoestima. Si nos sentimos a gusto con nosotros mismos, al final tendremos la aprobación de los demás. Además así nos sentiremos más libres si somos capaces de tener claro lo que pensamos y poder expresarlo sin pensar si los demás compartirán nuestras opiniones.

Una buena parte de la autoestima que tenemos nos viene dada desde la infancia. Si nuestros padres esperan demasiado de nosotros, si nos etiquetan de una forma determinada, si critican al niño, no su conducta, o lo comparan con sus hermanos, no tendrá una buena imagen de sí mismo y actuará en consecuencia. Lo positivo es que los padres presten atención a los hijos, que los quieran por lo que son, independientemente de lo que hacen y que valoren lo que ellos hacen por iniciativa propia.

Pero si la autoestima no nos ha venido dada desde la infancia también podemos mejorarla a lo largo de nuestra vida. Para empezar, tenemos que mirarnos desde fuera y analizar qué opinión tenemos de nosotros mismos y qué logros hemos obtenido en la vida. Pero a la hora de valorar debemos hacerlo no sólo por las cosas materiales que hemos conseguido (un trabajo, una casa, un coche, la belleza exterior...) sino también por lo que somos, lo que sentimos y lo que pensamos.

Tampoco debemos caer en el error de ser demasiado exigentes con nosotros mismos y hay que evitar compararnos con los demás. Aun así, si el pensamiento que tenemos de nosotros es negativo, a lo mejor es que queremos conseguir metas imposibles y debemos ponernos otras alcanzables para nosotros. También podemos aumentar la posibilidad de aumentar nuestro éxito intentando superarnos en lo que nos preocupe. Por ejemplo, si es en lo laboral, podemos mejorar nuestra formación; si es en lo personal, podemos tratar de ser más sociable y comunicativo,etc.
Por último, si lo que recibimos de los demás son críticas, tenemos que analizar si son ciertas o no; y si recibimos halagos, aceptarlos y sentir que nos lo merecemos. Y, sobre todo, cuidarnos mucho, al menos, igual que cuidamos a los demás.

sábado, 7 de agosto de 2010

¿Qué podemos hacer para ser más felices?

El 90 por ciento de las cosas que hacemos en la vida tienen como motivación principal la búsqueda de la felicidad. Pero muchas veces cansados de luchar cada día por conseguirla no siempre nos sentimos felices.
Quizá sea porque la buscamos en el sitio equivocado. Muchas veces está más cerca de lo que pensamos: en el optimismo, la gratitud a los demás, la serenidad, la amistad, actividades recreativas...
Un simple gesto como dar las gracias a alguien o dedicarle nuestro tiempo puede hacer sentirnos bien. No debemos olvidar que los amigos y la familia son lo más importante para ser feliz. Por eso debemos ampliar nuestras relaciones sociales y cultivar las que ya tenemos, queriéndolos como son y evitando criticarlos. También a nivel personal debemos evitar compararnos con los demás y ser felices con lo que tenemos.
A veces el problema es que ni siquiera la buscamos. ¿Le dedicas todos los días un tiempo para hacer algo que te guste? Tenemos que pensar en momentos en los que nos hemos sentido felices y tratar de repetirlos pensando cómo queremos conseguirlo y cambiando nuestra vida.
Otras veces somos felices, pero no percibimos esa felicidad. Quizá estemos obsesionados con ser feliz cuando tengamos algo concreto y no nos damos cuenta de lo que tenemos ahora. Tal vez podríamos pensar cada día en varias cosas que nos hayan ido bien durante el día. Seguro que nos sorprenderá ver que hay más de lo que habíamos pensado. Sólo tenemos que fijarnos bien y disfrutar del presente.