lunes, 25 de abril de 2011

Creer en la Iglesia

Últimamente estoy oyendo críticas acerca de la Iglesia, bueno, mejor dicho, de la Jerarquía eclesiástica, desde varios sectores: ateos, cofrades, cristianos practicantes y hasta cristianos comprometidos.

Entre las críticas hay quien piensa que muchos sacerdotes tienen una mentalidad anterior al Concilio Vaticano II, en el sentido de que la Iglesia sigue siendo la Jerarquía, debido a su avanzada edad o a la formación eclesiástica que han recibido, en vez de pensar como se dijo después que la Iglesia somos todos y también se critica que no avance con los tiempos e intente mantenerse firme ante el espíritu materialista y laicista que hay en la sociedad para no dejarse influenciar por él.

También en el otro lado hay muchos alejados de la Iglesia que viven en el pasado y que aprovechan la difusión de las redes sociales para sacar todo el rencor de los tiempos pasados en los que la Iglesia estaba aliada con el poder.

Yo creo que tanto los sacerdotes como los cristianos que los critican deberían hacer un esfuerzo por acercar posturas. Los que critican, hablando abiertamente con los sacerdotes con un espíritu constructivo de colaboración y los sacerdotes dando el paso de acercarse y explicar sus posturas cuando vean rechazo por parte de la sociedad.

El pasado sábado el Papa tuvo la iniciativa de aparecer en la RAI, respondiendo a siete preguntas formuladas por personas de todo el mundo. Esta iniciativa me parece muy buena si de verdad se hubieran elegido preguntas de personas que se cuestionan las decisiones de la Jerarquía eclesiastica, pero no fue así. Varias personas de todo el mundo preguntaban al Papa por el sentido del sufrimiento del mundo, y otras preguntas estaban relacionadas con la Pasión de Jesucristo. Pero seguro que dejaron en el tintero muchas otras preguntas más conflictivas. Es como si los Pastores de la Iglesia tuvieran miedo de que los "lobos" de la sociedad alejada de la Iglesia pudieran hacer daño a la Institución de la Iglesia y se preocuparan más bien de protegerla dando una buena imagen que de dejarles entrar y dialogar con ellos. Y con eso sólo consiguen que la sociedad los vea como eso: guardianes severos que no aceptan críticas de la sociedad.

El otro día dijo el P. Jesús García Cornejo que la Iglesia es pura y limpia, que somos los que la formamos los que la ensuciamos con nuestros comportamientos. Y esto me hizo cuestionarme qué es en realidad lo que llamamos Iglesia. Yo creo que la Iglesia la formamos todos los que creen en Jesucristo y quieren continuar su misión, aunque muchos no se consideren Iglesia y todos cometemos errores, los dirigentes y los laicos.

Como ocurre en un colegio, en la Iglesia tiene que haber una Jerarquía para que haya un mejor funcionamiento. En un colegio está el Director, los profesores y los alumnos. En la Iglesia está el Papa, los sacerdotes y los laicos. Los alumnos de un colegio tienen el derecho y la obligación de ir a clase aunque no estén de acuerdo con algunos aspectos del sistema educativo o con la decisión de algún profesor o del director; para eso hay otras soluciones, incluso cambiar de colegio, pero nunca quedarse sin escolarizar. Todos los alumnos forman parte de la comunidad educativa. En la Iglesia pasa igual. Por eso nadie debe pensar que él no es Iglesia y dejar de acudir a ella. La Iglesia también eres tú que estás leyendo este artículo y te molesta cuando sientes que alguno de sus miembros no está haciendo bien las cosas. Por eso no debes criticarla porque criticarías a algo a lo que tú perteneces.

En estos día celebramos la Pascua de Resurrección, que es una gran fiesta para los cristianos, y no creo que un padre pueda estar feliz cuando muchos de sus hijos falten a esa fiesta. Tampoco entiendo que muchos que manifiestan públicamente en Semana Santa su fe en Cristo no se sientan cristianos que siguen a Cristo no sólo en el sentido físico de ir detrás de Él en una procesión sino en el de continuar con la Iglesia que Él fundó. Por eso no te quedes al borde del camino, viendo cómo ella pasa por delante de ti porque es Jesucristo quien te pide a ti que vayas detrás de Él y te va a pedir cuentas a ti de por qué no le seguiste.

Que la Pascua de Resurrección sirva para que entre todos hagamos un esfuerzo porque haya más unidad dentro de la Iglesia y nadie se sienta excluido.

viernes, 22 de abril de 2011

Semana Santa todo el año

Ya ha terminado la Semana Santa y para mucha gente se acaban gran parte de sus vivencias religiosas. Ahora toca esperar otro año para volver a sentir y a manifestar públicamente nuestra fe en Cristo. Aunque este año ni siquiera eso, porque hay muchas cofradías que no han podido procesionar por las calles por culpa del mal tiempo. Pero no tenemos por qué estar tristes.

Somos cristianos y cofrades todo el año, no sólo en Semana Santa donde nos gusta alardear de nuestra condición de cofrades. En la Pasión de Cristo se nos relata cómo Pedro negó a Jesús tres veces. Nosotros también lo hacemos cada vez que sentimos vergüenza o miedo al qué dirán a la hora de expresar abiertamente nuestra fe como cristianos.

Muchas veces parece que cuando pasa la Semana Santa se viene un poco abajo la fe y la ilusión de estos días. Y es que vivimos la fe como un sentimiento nuestro hacia Dios y no nos damos cuenta del gran amor que Dios nos tiene siempre.

El otro día decía el P. Jesús García Cornejo que el gran error de Judas fue que no se dio cuenta de lo mucho que Jesús le quería. Jesús lo eligió como apóstol para que extendiera su mensaje por el mundo. Pero él prefirió obtener un beneficio económico a cambio de entregarle y cuando se dio cuenta de su error ya era demasiado tarde. Nosotros también, como Judas, tenemos que ser conscientes del amor que Dios nos tiene y anteponer el proyecto de vida que tiene para nosotros por encima de nuestros intereses materiales.

Hay otro personaje en la Semana Santa que suele pasar desapercibido: el Cirineo. Representa la actitud que todos deberíamos tomar ante el inmenso sacrificio que Cristo hizo por nosotros, que aceptó todo el sufrimiento de la Cruz para llevar el plan de Dios de extender su mensaje por todo el mundo para que pudiéramos vivir con más plenitud en esta vida y tener vida eterna. El Cirineo le ayudó y así nosotros también tenemos que ayudarle a llevar su mensaje de amor y perdón por este mundo porque Él también nos necesita.

Para muchos la Semana Santa es una época de experimentar el encuentro con Jesús que tanto necesitamos en nuestras vidas. Pero no nos damos cuenta de que no sólo se hace presente una vez al año a través de las distintas imágenes en la Semana Santa. Jesús nos dijo que se quedaría con nosotros en la Eucaristía. Así que ¿por qué esperar un año cuando podemos experimentar el encuentro con Jesús cada semana?


La Pasión de Cristo

En esta época de Semana Santa recordamos la Pasión, muerte y Resurrección de Cristo, y a través de las procesiones que recorren nuestras calles, las distintas Cofradías realizan una catequesis plástica sacando las imágenes de sus titulares a la calle para que todos recordemos lo que Jesús hizo por nosotros al morir en la cruz.

Cristo aceptó los planes de Dios de sufrir hasta el extremo porque sabía que era la única forma de que todos creyéramos en Él y podiéramos salvarnos. En los distintos pasos que procesionan vemos las imágenes de Cristo y María sufriendo y en sus rostros se refleja el dolor, la preocupación, la amargura, la desesperación, el abatimiento, la impotencia, el miedo, etc. y en ellos vemos muchas de nuestras experiencias en la vida. Por medio del sufrimiento de Jesús, Dios ha querido acercarse a nuestro sufrimiento. Ya Dios no es un Dios lejano; a través de su Hijo ha experimentado nuestro dolor y nos muestra el camino que tenemos que seguir cuando experimentemos estas sensaciones de dolor que vivimos con la cruz que tenemos cada día.

Jesús es el camino. Por eso cada vez que nos sintamos mal sólo tenemos que pensar en el testimonio que nos dejó: Él sufrió la muerte más dura y su madre el dolor más grande para una mujer: perder a su hijo. Los apóstoles, como nosotros muchas veces, pensaron que había fracasado y no comprendían la razón de tanto sufrimiento injusto. Sin embargo, con su Resurrección nos demostró que el sufrimiento nunca es en vano. Somos hijos de Dios y Él tiene un plan para cada uno de nosotros y al igual que pasó con la Resurrección de Cristo todo lo que nos pase es para nuestro bien aunque no lo entendamos, por eso tenemos que confiar en Dios.

Cristo antes de morir le dijo a Juan: "Ahí tienes a tu madre" y con él nos la dejó a todos nosotros. Por eso cuando vemos a la Virgen llorando y sufriendo en sus distintas advocaciones no sólo recordamos que llora por la muerte de su hijo sino por cada uno de nosotros y, como madre nuestra, está preocupada por nuestros problemas y porque seamos capaces de seguir el camino que Cristo nos marcó a través de su pasión, muerte y resurrección.

lunes, 4 de abril de 2011

Cómo cambiar nuestra vida para ser feliz

En estos tiempos que corren vivimos situaciones difíciles en las que hay gente sin empleo que vive situaciones insostenibles. A cada paso que uno da escucha a los comerciantes quejándose de que cada vez ganan menos dinero porque venden menos, a la gente a la que los bancos están empezando a quitarles sus casas porque no pueden pagar la hipoteca y, en general, parece que todo el mundo está más crispado y más amargado al ver reducidas sus posibilidades económicas.


Es muy difícil en estos momentos sentirse positivo y ver la vida con optimismo y es normal venirse abajo. Pero, sin embargo, es muy importante tener esperanza para poder mejorar nuestra situación y tener la actitud necesaria para afrontar lo que nos esté pasando. Muchas veces damos por hecho que esa situación que nos preocupa nunca va a cambiar y que no tiene solución porque hemos intentado que cambie y no lo hemos conseguido. Entonces simplemente queremos salir del problema a costa de lo que sea en vez de afrontarlo. Lo peor es que al perder la esperanza vamos contagiando nuestra preocupación, nuestro mal humor, nuestro cansancio... a las personas que nos rodean y sólo conseguimos tener un problema añadido: que se quejen de nuestra actitud y que se cree mal ambiente a nuestro alrededor.


Si queremos ser más felices tenemos que romper ese círculo y reconocer, en primer lugar, que tenemos un problema para afrontar lo que nos preocupa o nos amarga. Luego tenemos que contarle lo que nos pasa a alguien para desahogarnos y sacarlo de dentro. Nuestra felicidad no es algo aislado; está relacionada con la gente que nos rodea. Por eso tenemos que crear un ambiente positivo a nuestro alrededor. Cuando hayamos creado una actitud positiva dentro de nosostros seremos capaces de seguir unas pautas de comportamiento que pondremos en marcha cada vez que nos enfrentemos a esa situación.


Pero todo esto no se puede llevar a cabo sin la esperanza en que todo puede cambiar, siempre que seamos capaces de superar la debilidad, que nos hace creernos incapaces de afrontar las situaciones difíciles. No pasa nada por sentirnos débiles. Pero no debemos olvidar que no estamos solos. Tenemos con nosotros la presencia de Dios. Precisamente en esos momentos en los que parece que todo está perdido es cuando más cerca de nosotros está porque es cuando más lo buscamos. Cuando todo pasa es cuando te das cuenta de que Él no nos quiere ver hundidos sino felices y para eso tenemos que tocar fondo, y tomar nuestra cruz de cada día para resurgir con más fuerza.


Hay momentos en los que nos llenamos de luz, de sensaciones positivas, de felicidad, en los que sentimos la presencia de Dios dentro de nosostros. ¡Pero qué difícil es sentirlo a veces! Esa alegría y esa paz podemos sentirla siempre que queramos. Sólo hay que acercarse a Él con la necesidad y el deseo de sentir esa fuerza. Y lo podemos sentir de muchas maneras: a través de la comunión, sintiendo a Cristo dentro de nosotros, a través de la figura de un sacerdote al contagiarnos su optimismo y entusiasmo por Dios. También podemos sentir esa presencia dentro de nosotros cada vez que queramos sin necesidad de ir a misa, pero es la forma más tangible y cercana de relacionarnos con Dios que tenemos a nuestro alcance (a mí es la que mejor me funciona), aunque también podemos sentir a Dios hablando con Él siempre que lo necesitemos y pedirle que podamos sentir su presencia, también leyendo algún versículo de la Biblia o admirando una imagen escultórica de alguna hermandad, dejando que Él nos hable con su palabra o su imagen. Pero es importante saber que hay más personas que también sienten esa alegría que transforma la vida y que todos los que buscamos a Dios estamos unidos por ese sentimiento de entusiasmo y optimismo.


Muchas veces estamos ciegos y tenemos a Dios más cerca de lo que creemos pero las prisas y las preocupaciones no nos dejan verlo. Por eso tenemos que hacer una silencio interior y buscarlo con fe para llenarnos de esa fuerza que nos da la presencia de Dios y contagiarla a los que tenemos al lado y tomar nuestra cruz de cada día y transformarla en amor. El otro día observando la postura de las manos del Nazareno de Cádiz vi que no sólo llevaba la cruz, sino que la abrazaba con las dos manos con una actitud amorosa, transformando en amor por toda la humanidad el sufrimiento de su cruz. Así que sigamos su ejemplo y transformemos el sufrimiento que hay a nuestro alrededor y el nuestro propio en amor como hizo Él.