viernes, 30 de diciembre de 2011

La Navidad y la falta de valores

En un artículo recientemente publicado en Diario de Cádiz, aparecían datos sobre una encuesta realizada por Metroscopia, en la que analizaba el sentido de la Navidad para los jóvenes: para el 84% de los jóvenes españoles estos días solamente significa cenas, fiestas o reuniones; para el 72% no tiene ningún significado religioso, y únicamente el 15% asiste a la Iglesia en esta época del año.
Este hecho se atribuye a menudo al materialismo y a la pérdida de valores de esta sociedad, que ha dejado de creer en Dios, para confiar sólo en el poder del ser humano, y es comparada muchas veces con la sociedad de hace unas décadas en la que la gente estaba obligada a cumplir unas normas de comportamiento por temor al castigo y había valores como el respeto y la educación. Es verdad que se están perdiendo los valores y que el hombre está jugando a ser Dios haciendo y deshaciendo la naturaleza a su antojo, pero también hay que tener en cuenta otro aspecto. La sociedad actual está cambiando, y no sólo en lo que respecta a los cambios tecnológicos; está convirtiéndose también en una sociedad menos ignorante, que sabe cuáles son sus derechos. El problema es que se ha luchado mucho por conseguir unos derechos, pero esto no ha ido acompañado de unas obligaciones. En las familias, por el afán de proteger a sus hijos, muchos padres no dejan que éstos se responsabilicen de su vida, impidiendo que maduren como personas, enfrentándose incluso a todo el que quiera imponerles unos límites, como en el colegio. Así hemos creado una sociedad con un alto índice de fracaso escolar, que además no ayudan a sus padres en casa y que incluso cuando se independizan, siguen dependiendo de sus padres para el cuidado de la casa y de los niños.
Es una sociedad inmadura, que se aprovecha de que no le imponen límites para hacer lo que quiera buscando sólo su propio beneficio. Pero también lo era la sociedad del franquismo, que hacía lo que le decían sin pensar lo que le dictara su conciencia, sólo por miedo al castigo. Por supuesto, en la sociedad actual no tiene cabida la fe, ni los valores que nos propone la Iglesia, ni la asistencia a misa, como podemos ver en estas fechas navideñas. Sin embargo, deberíamos caminar hacia una sociedad más madura, en la que conservemos los derechos que hemos conseguido, pero con unos límites, y dentro de unos valores como la solidaridad, el esfuerzo o la empatía, pensando en el bien común y poniéndonos en el lugar del otro.
Porque en realidad esta sociedad no es feliz, se siente vacía, sobre todo ahora que la crisis hace que sea más difícil satisfacer rápidamente los deseos consumistas de cada uno. Ahora más que nunca esta sociedad necesita un referente, Alguien que le de verdadero sentido a la vida, sobre todo cuando llega el sufrimiento o la frustración.

En estas fiestas navideñas se celebra que Jesucristo vino a este mundo para que viviéramos nuestra fe en Dios en plenitud, sin obligaciones ni leyes, como se hacía antes de que Él naciera, sino como un un Padre bueno, que nos ha creado a nosotros y al mundo que nos rodea y que nos ama y quiere que seamos plenamente felices.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Hay lugar para la esperanza

El artículo que presento a continuación aparece en el Boletín del Movimiento Familiar Cristiano de la Diócesis de Cádiz y Ceuta. Lo he incluido en mi Blog porque habla del trabajo que hacen las personas que forman parte de la Iglesia y que pocas veces sale a la luz porque no son noticia; desde fuera de la Iglesia, porque vende más la crítica y el escándalo y, desde dentro, porque el derrotismo de muchas personas en la Iglesia, no contribuye a proyectar la imagen de la Iglesia como institución que está al servicio de la sociedad. Un ejemplo de esto son estas personas que están al frente del Movimiento Familiar Cristiano, autores de este artículo:

¡HAY LUGAR PARA LA ESPERANZA!

En un mundo desencantado, los cristianos tenemos que hacernos notar.
Las familias necesitan ver un horizonte de esperanza, que les ayude a caminar hacia una mejor convivencia. Y es ahí donde el MFC debe estar presente para tender una mano amiga.

El cristiano, que es una persona sometida a los vaivenes del mundo y que sufre las mismas carencias que los demás, se ha de distinguir porque no se apoya en los bienes materiales, en la suerte o en su valía personal. El cristiano fundamenta sus seguridades en Jesucristo:”Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de mundo” (Mt 28,20 ). Esta seguridad no es una utopía, ni una alienación; es un convencimiento que tenemos que transmitir a los que nos rodean, y este convencimiento no es compatible con el desencanto y menos con el fatalismo, que es una falta de fe y un desprecio al esfuerzo que están haciendo muchas personas dentro y fuera de la Iglesia.

Con esa esperanza ha asumido este equipo la presidencia del MFC. Sabemos que hay gente muy comprometida, que luchan por mejorar las condiciones de vida y defender la dignidad de las personas, en una sociedad que cambia a pasos agigantados. Sabemos de la solidaridad y el compromiso con los más necesitados, y estamos aquí para trabajar junto a estas personas y transmitirles que, desde el MFC, también se puede avanzar hacia una sociedad más abierta y más justa, haciendo vida el Evangelio y nuestro Ideario, que nos compromete y nos marca el camino.

A veces, los que no conocen el MFC, nos tachan de inoperantes o de no estar implicados en la misión de la Iglesia en el mundo; y quizás tengamos parte de culpa en ello por no saber mostrar (vender) nuestras implicaciones y nuestro compromiso con un mundo necesitado de comprensión y de estímulos. Somos pocos, pero con suficiente preparación y ganas de trabajar; y hemos de saber transmitir nuestro convencimiento de que en comunidad podemos vivir mejor la fe y afrontar los problemas que se presentan cada día a las familias. Para ello no tenemos que renunciar a ningunas convicciones, ni principios, sólo estar abiertos a las necesidades de una sociedad con nuevos retos y disyuntivas.

Nuestro trabajo personal y de equipo ha de ser un trampolín para implicarnos en la ayuda a la familia. Esto requiere una disponibilidad y un empeño en derribar muros y apartar prejuicios, y centrarnos en lo que las familias necesitan.

Hay un trabajo ilusionante y urgente. Cuanto más personas seamos y más unidos estemos, más fuerza tendremos y más se nos podrá tener en cuenta.
Que es estas fechas de ilusión y esperanza sirvan para encender en nosotros el fuego del amor que Jesús viene a traer al mundo.

EL EQUIPO DE PRESIDENCIA DIOCESANO