jueves, 7 de noviembre de 2013

El Amor

El amor es una palabra muy utilizada pero a veces demasiado a la ligera y no tenemos en cuenta las implicaciones que conlleva.
En teoría todos nos queremos, pero en realidad necesitamos que nos quieran de una manera más profunda. Muchas veces nos quejamos de que los demás no llegan al listón que hemos marcado según nuestro nivel de exigencia y nos sentimos mal porque no cumplen nuestras expectativas y no nos quieren lo suficiente.
A veces incluso uno ni siquiera no sabe cuáles son las expectativas del otro. Por eso es un tema importante, no sólo en las parejas sino en cualquier otro tipo de relación humana.
Desde el punto de vista cristiano, podemos recordar la tarea  que Jesucristo nos mandó que hiciéramos porque además sólo fue una cosa: que nos amáramos unos a otros como Él nos ha amado. Y para tener más detalles sobre  la manera de amar que Él tuvo con nosotros y que debemos tener unos con otros debemos tener en cuenta el texto de la primera carta del apóstol San Pablo a los Corintios en el que habla del Amor:
"El amor es paciente y bondadoso; no tiene envidia, ni orgullo ni jactancia. No es grosero ni egoísta; no se irrita ni lleva cuentas del mal; no se alegra de la injusticia, sino que encuentra su alegría en la verdad. Todo lo excusa, todo lo cree, todo lo espera, todo lo aguanta."
Según esta descripción del amor, si Dios nos va a examinar al final de nuestra vida de cuánto hemos amado, deberíamos pensar si cumplimos todo esto con las personas que decimos que queremos.
Muchas veces perdemos la paciencia con los demás, nos irritamos, nos echamos en cara trapos sucios del pasado, nos faltamos el respeto unos a otros y pensamos en nosotros mismos sin ponernos en el lugar del otro. Y si el otro comete un fallo nos cuesta mucho trabajo perdonarle, sobre todo dar el primer paso. Si a los demás les van las cosas bien los envidiamos y nos alegramos incluso con su desgracia y nos jactamos de ir por ahí contando lo bien que nos van las cosas y lo bien que lo hacemos todo.
Merece la pena sacrificarse más unos por otros para dotar a las relaciones humanas de una mayor profundidad y darles al matrimonio o a la amistad el valor que tienen. Si no, corremos el peligro de que se rompan o de que se mantengan superficialmente y nos sintamos al final menos queridos y menos felices.


sábado, 26 de octubre de 2013

La Eucaristía, una celebración festiva

Ya bien iniciado el curso, una vez pasado el verano, mi familia y yo hemos vuelto a acudir a la misa de los domingos. Y me gustaría compartir en este blog mi opinión sobre ella por si a alguien le pudiera servir de algo.
Lo primero es la actitud. Es una celebración a la que Jesús nos invita, por lo tanto debemos acudir sin ningún tipo de presión ni obligación, si no, perdería el sentido.
La Eucaristía es una celebración festiva en la que cantamos canciones con alegría, escuchamos lo que nuestro Padre tiene que decirnos en las Lecturas de la Biblia, le contamos nuestros errores y encontramos paz en su perdón, le damos gracias en el  Gloria, escuchamos los consejos del sacerdote para no desanimarnos y seguir adelante en la homilía, pedimos por los que lo necesitan  en las preces, hablamos con Dios en el Padrenuestro, nos ponemos en paz con nuestros hermanos, ayudamos económicamente en lo que podemos en las ofrendas, luego el sacerdote hace que el pan y el vino se conviertan en cuerpo y sangre de Cristo, para que cuando nos vayamos Él se quede con nosotros y disfrutamos de su presencia después de la comunión.
Y todo eso de manos del sacerdote, una persona que un día escuchó la llamada de Dios y comprendió que el proyecto de Dios era algo tan grande como para dejar a un lado su propia vida y ser un instrumento de Dios en este mundo.
Es muy importante la labor que hace la Iglesia para ayudar económicamente a tanta gente necesitada pero también lo es el apoyo espiritual para seguir adelante.
En esta sociedad en la que todo el mundo busca cosas que aporten bienestar en medio de tantas circunstancias adversas no estaría mal buscar en lo espiritual un sentido transcendente a nuestra vida que nos haga sentirnos más plenos y felices.

sábado, 5 de octubre de 2013

La Fe

La fe es un regalo de Dios que nos llega cuando lo buscamos. Pero a veces está condicionada por las circunstancias de la vida por las que vayamos atravesando en cada momento y por la actitud que tengamos a la hora de afrontarla.
La fe es creer que Dios está con nosotros y nos ama profundamente. Esto es algo que todos los que nos consideramos católicos sentimos en mayor o menor medida. Es como una llamita que llevamos en el corazón y que tenemos más o menos encendida a lo largo de nuestra vida. Podemos acercarnos a Él a través de los sacramentos y de la oración y tener momentos puntuales de contacto con Dios pero podemos sentir la frustración de saber que Dios es algo más, que es inaccesible para nosotros por nuestras limitaciones, a pesar de que nos esforcemos por comprenderlo.
Pero la fe con mayúsculas no es cuestión de esforzarse. Es sólo un regalo que Dios nos da. Muchas veces se nos presentan situaciones difíciles en nuestra vida  que al final resultan ser pruebas que Dios te pone para ver si tu fe era firme. Y como somos humanos, tenemos un límite y al final terminamos hundidos y lamentándonos de nuestra suerte, pensando que Dios está muy lejos de nosotros y aunque escucha nuestros problemas y nuestras súplicas nos pide cosas imposibles para nuestra débil condición humana.
Puede ser que nos acomodemos a esta situación hasta que un día Dios decide zarandearnos y entonces nos hace enfrentarnos a situaciones más complicadas todavía, y ahora ya no nos sentimos cómodos. Entonces tenemos dos opciones: o dejarnos morir y caer en una depresión o luchar con todas nuestras fuerzas por salir. Ya no valen medias tintas; hay que poner toda la carne en el asador y luchar con todas nuestras fuerzas por salir y para eso necesitamos dos cosas: sentir a Dios y tener una actitud positiva en la vida frente a las adversidades.
Entonces es cuando  buscas a Dios y experimentas cosas que no habías experimentado antes porque ahora estás más necesitado de Él y sientes alivio al sentir el amor de Dios. Cuando uno está realmente necesitado se agarra a un clavo ardiendo y si hay algo que puede aliviar tu sufrimiento te agarras a eso cada vez más  como María Magdalena o la samaritana que se encuentra con Jesús y le pide agua porque sabe que su sed sólo la puede saciar Él.
En ese encuentro con Jesús es cuando Él transforma tu vida y te ofrece el gran regalo de la Fe y descubres que ese Dios lejano que está ahí arriba escuchándote cuando acudes a Él en momentos concretos está contigo en cada momento de tu vida y te habla a través de la Biblia, de la oración de las homilías y te ayuda como un Padre cercano concediéndote todo lo que le pides con fe. Ya      esa llamita es más grande e ilumina tu vida y tu alma. Pasas de ver una misa o un texto bíblico como algo aburrido y que aunque te esfuerces por comprender no puedes abarcar su profundidad, a ver la Eucaristía como algo necesario para cargar las pilas en tu vida y la Biblia como un texto muy útil para guiarte cuando te sientas perdido en los momentos difíciles.
En esta vida siempre le andamos buscando una explicación a todo incluido al sufrimiento. A lo mejor no tenemos que estar buscando culpables sino, ya que no podemos borrarlo de nuestras vidas, sí podemos aceptar nuestra situación y aprovecharlo como un medio de acercarnos más a Dios y ser mejores personas, así le estaremos dando un sentido a ese sufrimiento y no habrá sido en vano.

martes, 4 de junio de 2013

La Iglesia en la sociedad actual II

Vivimos en una sociedad cada vez más castigada por la crisis. Pero lo peor no es la crisis económica sino el haber perdido la esperanza y la fe en que las cosas pueden cambiar. Esto nos hace bloquearnos y quedarnos de brazos cruzados.Y esto a su vez va creando en nosotros ansiedad o depresión, lo que hace que nuestros problemas aumenten y sea cada vez más difícil salir de este círculo.
Pero a pesar de lo adversas que puedan ser las circunstancias que nos rodean no podemos pensar que somos demasiado débiles para hacer nada. Pero tampoco que somos lo suficientemente fuertes para solucionarlo nosotros solos porque las circunstancias que nos rodean no dependen sólo de nosotros.Tenemos que tener confianza en nosotros mismos como seres valiosos y en Dios como Ser que,aunque no lo parezca, no es ajeno a los problemas de este mundo.
 Dios siempre ha estado al lado de los pobres y los débiles. Al principio se hizo presente en este mundo a través de Moisés, Abrahán y los profetas, pero los hombres terminaron viéndolo como un Dios castigador. Por eso hace más de dos mil años envió a su Hijo a uno de los pueblos más castigados del mundo por la miseria y las enfermedades. Y consiguió que tuvieran fe en Él porque creó en ellos la esperanza en un mundo mejor curando sus enfermedades aquí y ofreciéndoles plenitud y felicidad más allá de las cosas materiales y cotidianas. Pero cuando se fue de este mundo nos dijo: "Me voy con mi Padre que es vuestro Padre, me voy con mi Dios, que es vuestro Dios", sirviendo de puente entre Dios y los hombres.
Él fue la piedra angular de un gran edificio que es la Iglesia y que se ha ido formando a lo largo de la historia. Al principio los primeros cristianos iban contando su experiencia con Jesús. Pero cuando ya esa experiencia  era muy lejana y empezaba a perderse la fe pensaron que la mejor forma de conservar el legado de Jesús era obligando a la gente a cumplir obligaciones por miedo de nuevo a un Dios castigador.
Ahora los tiempos han cambiado y se ha perdido el miedo y con él los valores en general. Hay menos fe pero Dios en estos tiempos no es ajeno a nuestros problemas tampoco. Está enviando a este mundo a personas que nos hacen recordar de nuevo que Él no es un Dios castigador, sino un Padre que quiere y ayuda a los que tienen más problemas en este mundo. Dios está revelando de nuevo estas cosas como hizo a través de su hijo hace más de dos mil años al nuevo Papa Francisco, a una nueva generación de sacerdotes y a católicos comprometidos que vuelven a hablarnos de su experiencia personal de Dios, no de doctrinas y obligaciones.
Pero la sociedad no se ha dado cuenta. Todavía hay quien cree que a la Iglesia sólo  van las personas mayores por obligación, o la gente que va a celebrar bodas, bautizos, comuniones y entierros, o las cofradías que celebran cultos. Y que los miembros de grupos parroquiales o cofradías son personas hipócritas que sólo buscan protagonismo. Y que los sacerdotes sólo dan aburridos sermones echando la bronca a los que van a la Iglesia y sólo tratan de poner trabas a los que no suelen ir a misa.
En realidad, y bajo mi modesta opinión, es verdad que todavía queda algo de esto en la Iglesia, pero también es verdad que también hay un sector cada vez más fuerte que está haciendo lo que dijo Jesús en su tiempo a los discípulos, ir por el mundo contagiando la esperanza del Evangelio y curando a los enfermos de fe y esperanza de estos tiempos.
Ojalá que los sacerdotes y gente comprometida que ya están luchando no se desanimen al ver a esta gente que va a la Iglesia sólo por cumplir obligaciones o tradiciones y por otro lado, ojalá que todo el que lo esté pasando mal tenga la suerte de encontrarse con alguien que le ayude a descubrir que participar en la Iglesia  es una puerta que pueden abrir para encontrar un alivio a los grandes males de estos tiempos y vivir una fe más profunda que le  ayude a creer más en que todo va a cambiar en su vida y a creer más en sí mismos, por ejemplo a través de la oración en la Iglesia, a veces más barata y efectiva que una sesión de pilates y yoga, o de la Eucaristía, donde sentimos la fuerza para afrontar la semana y establecemos relaciones sociales compartiendo nuestra fe  con otras personas o leyendo el Evangelio donde Dios nos dice mensajes concretos para nuestra vida diaria.

domingo, 24 de marzo de 2013

El Papa Francisco y la Iglesia de Jesucristo

Se habla mucho estos días de la actitud del recién elegido Papa Francisco y es agradable ver la buena aceptación  de la gente en general, ya sean creyentes o no.
Creo que es una suerte para todos que Dios haya hecho posible la elección de este nuevo Papa. Su ejemplo es su mejor herramienta de evangelización. Con su humildad ha venido a decirnos que la Iglesia no es un colectivo cerrado que hay que proteger de la corrupción de este mundo; al contrario, ha venido a acercarse a los todos los hombres, sobre todo a los sectores más desfavorecidos de la sociedad y a demostrarles que la Iglesia está ahí para acercarles a un Dios y Padre que les quiere.

El Papa, al igual que otros representantes de la Iglesia como obispos, cardenales, sacerdotes o incluso seglares comprometidos miembros de comunidades o cofradías, tienen una gran responsabilidad de cara a todos aquellos que están alejados de la Iglesia. Su actitud personal en la vida, su ejemplo y sus palabras son su carta de presentación como embajadores de la Iglesia, y aunque no sean conscientes de ello, muchas veces de su actitud depende que la gente se aparte de la Iglesia o vuelva a Ella.

Me gusta el  Papa Francisco porque  con su gesto de  cercanía a los pobres y a los niños y su actitud de servicio nos está mostrando a Jesucristo, que vino a este mundo a traer su mensaje precisamente a los más necesitados.  Ojalá que mucha gente vea en él a la Iglesia como Institución creada por Jesucristo para darle en Dios nuestro Padre el sentido y la esperanza que este mundo tanto necesita.

lunes, 25 de febrero de 2013

Todo lo que nos pasa en la vida estaba previsto de antemano

Después de tantos meses sin publicar ningún artículo en este blog, lo hago ahora en plena Cuaresma. Y me gustaría hacerlo recordando el pasaje del Nuevo Testamento en el que María Magdalena descubre que Jesús ha resucitado. Cuando Jesús murió todos sus seguidores pensaban que estaban solos porque había muerto su líder y ya no tenían esperanza. Igual que ella hay muchas personas hoy en día que también pierden sus esperanzas cuando pasan por momentos difíciles en su vida. Pero María Magdalena, a diferencia de los apóstoles que estaban encerrados por miedo a la persecución, aunque sabía que Jesús había muerto tuvo fe y fue al sepulcro y al ver que su cuerpo ya no estaba allí se puso a llorar. Jesús se le apareció, pero ella no lo reconoció. Incluso lo confundió con un jardinero y le preguntó si Él se había llevado el cuerpo, pero Él la llamó por su nombre y le dio un mensaje antes de subir al cielo, y le encargó que se lo transmitiera a los apóstoles y a través de ellos a toda la humanidad. "Voy a subir a mi Padre, que es vuestro Padre; a mi Dios, que es vuestro Dios." Con estas sencillas palabras Jesús le dijo a María Magdalena que transmitiera el mensaje de que Dios es nuestro Padre, ese Padre con el que Él había tenido una relación tan estrecha durante su vida pública, y que ahora está siempre a nuestra disposición cada vez que lo necesitemos. Y que es nuestro Dios, ese Ser Supremo que tiene poder para crear un mundo, en el que todo sigue un orden minuciosamente organizado, desde lo más grande como la disposición de los astros hasta lo más pequeño, como el funcionamiento de las células, pasando por las leyes físicas que regulan este mundo y por supuesto los seres vivos, del que el Hombre el centro, porque Dios,además de Creador, es nuestro Padre. Nosotros al igual que los apóstoles, que aunque sabían lo que le iba a pasar a Jesús, cuando lo crucificaron tuvieron miedo, debemos ser como María Magdalena, que a pesar de todo fue a estar con Él, aunque al principio no lo veía llevada por el miedo o la falta de fe, pero después sintió la presencia de Jesús porque dejó a un lado el miedo y la desesperanza. Muchas veces podemos pensar, como le paso a los apóstoles, que las cosas no han salido bien y que no merece la pena seguir luchando, porque las circunstancias que rodean nuestra vida nos superan y no podemos luchar contra ellas, pero igual que le pasó a los apóstoles todo el sufrimiento estaba previsto de antemano. Ellos, aunque en ese momento no lo podían comprender, se dieron cuenta de que Dios tenía en sus planes todo lo que le ocurrió a Jesús. Así también, nosotros en los problemas de cada día podemos sentir que Dios se ha olvidado de nosotros, pero como le dijo a María Magdalena, Él es nuestro Padre y cada uno de nosotros somos el centro de su Creación, y Él es nuestro Dios, y no deja nada al azar, toda nuestra vida obedece a un plan que Él tiene para cada uno de nosotros y cada cosa ocurre a su debido tiempo. Por eso debemos acudir a Él para que nos ayude porque Él tiene el poder y porque es nuestro Padre y de quien podemos recibir más amor. Que en esta Cuaresma nos encontremos con Jesús como María Magdalena a través de la oración, la Eucaristía o viendo las imágenes de la Pasión en la calle, y podamos sentir que gracias a su Pasión y muerte tenemos a un Padre que nos quiere y a un Ser Todopoderoso que nos ayuda en nuestra vida diaria.