domingo, 27 de abril de 2014

¿Por qué no hay jóvenes en la Iglesia?

Se acabó la Semana Santa y empiezan ya las comuniones; se acabó el invierno, la época de recogimiento de la Cuaresma y la Semana Santa y se empieza a notar la primavera, la alegría de la Resurrección, la ilusión de los niños que hacen ahora la Comunión y que desean recibir a Cristo por primera vez en sus vidas.
Como esos niños,  hemos comenzado muchos de nosotros nuestra relación con la Iglesia y con Jesucristo. Cómo vivamos esta experiencia depende de la formación que nuestros padres y catequistas nos hayan ido transmitiendo. Si nos han ido contagiando el verdadero sentido que tiene la Primera Comunión será una experiencia muy positiva en la vida que nos ayudará a ser más fuertes en los momentos difíciles.
Después de la Primera Comunión los niños que han descubierto realmente a Jesucristo y la influencia positiva que eso ha supuesto en sus vidas suelen continuar en grupos de Poscomunión y si los catequistas ayudan a mantener la ilusión en esos niños pueden a llegar incluso a recibir el sacramento de la Confirmación.
Después de la Confirmación parece que  esos niños o adolescentes se van apartando poco  a poco de la Iglesia. Es triste porque quizá esa alegría e ilusión que les caracteriza es lo que se echa en falta en la Iglesia.
No sé realmente las causas de por qué ocurre esto. En mi caso recuerdo que después de la Confirmación nos presentaron un proyecto para el curso siguiente y ya nunca volvieron a llamarnos.Así que yo tuve que ir a otros colegios y parroquias para poder seguir con mis inquietudes. Pero no sé qué harían los demás. Recuerdo que en esa época pensaba que alguien en la Iglesia tenía que ofrecernos una respuesta como jóvenes que teníamos inquietudes y ganas de seguir formándonos y de ofrecernos un espacio donde relacionarnos con otros jóvenes con nuestras mismas inquietudes y poder desarrollarnos como cristianos. Pero parece que no éramos una prioridad en esa parroquia. Menos mal que vine a parar a otra parroquia en la que sí se estaba empezando a trabajar con jóvenes.
Tal vez se haga mucho hincapié dentro de la Iglesia en los sacramentos de la Comunión y la Confirmación como modo de captación  y no tanto por promover la fe en la juventud y en la edad adulta. Eso unido a la fuerte presión que ejerce la sociedad sobre unos jóvenes faltos de valores,  en la que se valora el satisfacer los egoísmos personales por encima de los demás  y en los que el alcohol, el sexo y las drogas tienen más influencia sobre ellos que valores como el compromiso y la entrega a los demás dan como resultado una sociedad que crece sin fe y sin esperanza o que las pierde por el camino y cuando vienen los problemas se siente vacía y frustrada.
Yo creo que los sacramentos están bien como toma de contacto con la fe y con la Iglesia, pero muchas veces pierden su eficacia porque la sociedad no les da el sentido que realmente tienen. La mayoría de la gente hace uso de ellos por tradición o como un mero trámite, lo que supone un poco frustrante para sacerdotes y catequistas. Lo que deberían ser prioridad para la Iglesia son los que no se acercan a ella porque quizá sean los que más lo necesitan. El propio Jesucristo nos marcó el camino cuando iba a los pescadores que jamás pisaban el templo para decirles que lo siguieran aunque su manera de romper con el judaísmo y las estrictas normas de los maestros de la ley de su tiempo  le condujeran finalmente hasta la muerte.  Pero la Resurrección nos demuestra que triunfó.
Es triste que haya jóvenes en sus casas con inquietudes de fe que tal vez no se atrevan a acudir a una parroquia y corresponde a la Iglesia dar respuesta a esas inquietudes. Y es esa alegría y esos valores propios de la juventud como la solidaridad y el compromiso y la importancia de luchar por unos ideales sin tener intereses de ningún tipo más que compartir su fe con otros jóvenes lo que la Iglesia necesita o adultos que buscan vivir la fe de una manera profunda y no como un cumplimiento de obligaciones. Si no lo hacen así las iglesias seguirán llenas de personas mayores que forman grupos cerrados y que  dirigen las comunidades parroquiales.