Estamos cansados de oír que estamos atravesando una crisis muy dura que se está alargando cada vez más en el tiempo; tanto, que ya casi nos hemos acostumbrado a los casos de deshaucios a nuestro alrededor como cuando vemos imágenes de pobreza extrema en países subdesarrollados. Y la verdad es que hay muchos casos realmente dramáticos: familias en paro que tienen que vivir de la pensión de sus padres, comerciantes que han invertido en un negocio y ahora tienen que aguantar aunque sólo sea para cubrir gastos porque si no, el banco les quita su casa o incluso a los que ni siquiera cubren gastos, les embargan. Y lo peor son las pocas esperanzas de encontrar trabajo para estos padres de familia que se han quedado en paro, comerciantes que se han visto forzados a cerrar y tienen que empezar de nuevo o jóvenes que empiezan a intentar incorporarse al complicado mundo laboral. Encima si encuentran algún trabajo precario en el que no pueden ni rechistar porque saben que van a la calle directamente, al que le han embargado la casa, si ésta no alcanza el valor en la subasta de la deuda contraída con el banco, le embargan una parte del sueldo y al comerciante que tenía deudas con la Seguridad Social también le quitan parte del sueldo cuando empieza a trabajar. Luego están las pobres abuelas que vivieron tiempos difíciles en la posguerra y que ahora que estaban empezando a vivir mejor se encuentran que tienen que cuidar a los nietos y ahora también ayudarles económicamente. El problema es que esta crisis nos ha cogido de improviso. Ya no sólo afecta a los que se han quedado sin trabajo, sino a los que teniendo más o teniendo menos vivían al límite de sus posibilidades y ahora ven que los gastos superan a los ingresos y sin posibilidad de pedir crédito a los bancos. Nos ha cogido desprevenidos, pero tenemos que empezar a adaptarnos.
De todas las desgracias siempre se puede sacar algo bueno. De toda esta crisis hemos aprendido que ya no somos tan autosuficientes como pensábamos, que toda la estabilidad que nos proporcionaba este Estado del Bienestar también puede venirse abajo.
A nivel personal nos ha enseñado que tanto las personas como las cosas materiales nos pueden fallar. Hemos aprendido a distinguir las personas con quienes cuentas de verdad cuando lo necesitas y quienes no. Tambien hemos aprendido que la felicidad está en las pequeñas cosas a las que nunca le hemos dado importancia. Pronto iremos saliendo de la crisis y nunca volveremos a ser los que fuimos pero lo importante es que empecemos de cero y empecemos a valorar, desde ya, lo sencillo que tenemos cada día a nuestro alrededor, que es lo verdaderamente importante. En nuestra escala de valores la relación con los que nos rodean tiene que estar por encima de ganar la mayor cantidad de dinero posible, si no queremos que nos sintamos vacíos cuando falla la economía.
Algunos puede que piensen después de esta crisis que Dios no existe o que nos ha abandonado, pero quién sabe, a lo mejor hasta le tenemos que agradecer que hayamos pasado por todo este sufrimiento, porque nos haya hecho mejores personas, si es que hemos logrado superarlo y no nos hemos sentado al borde del camino a lamentarnos de nuestra suerte.
Los que creemos en Jesucristo y en el Evangelio tenemos que confiar en Él y pedirle que nos ayude. Aunque estemos desesperados tenemos que cargar las pilas para poder afrontar la vida con valentía. Es importante que estemos bien por dentro, y para eso es muy importante la fe, confiar en que ese Dios en el que creemos realmente puede ayudarnos y de verdad nos acompaña en la vida. Muchas veces vivimos situaciones extremas de pobreza y necesidad pero precisamente Jesús en su paso por este mundo vino a traer esperanza a "los pobres, los que lloran, los que tienen hambre y sed, porque ellos serán saciados", que eran justamente quienes iban a escucharlo. Al menos hay algo positivo en el sufrimiento: hace que nos acerquemos a Él y nos sintamos llenos cuando nos conceda lo que le pidamos o nos ayude a conseguirlo.
Tenemos que reconocer en nosotros todas las cualidades aque tenemos. Es verdad que somos débiles, las circunstancias difíciles nos lo recuerdan duramente, pero es verdad que fuimos creados por Dios y Él sí es poderoso, sólo hay que mirar las maravillas de la naturaleza. Así que nosotros también lo somos. Sólo hay una cosa que Él no hizo: elegir por nosotros; podemos venirnos abajo ante las dificultades o afrontarlas con ilusión y esperanza de superarlas.