La semana pasada fui a unas charlas bautismales como madrina para el bautizo de mi sobrina. Había cinco familias, y de ellas sólo una era practicante.
Me llamó la atención que lo primero que hizo la catequista antes de empezar la charla fue repartir un sobre para que los padres entregaran dinero el día del bautizo. Luego preguntó a los que allí estábamos qué era ser cristiano en el mundo de hoy. Uno de los padres dijo que estábamos allí para cumplir un protocolo, pero que ya que estábamos en un grupo pequeño, pues aprovecharía para compartir su opinión, y a partir de ahí se originó un pequeño debate. Unos decían que ser cristiano era tener unos valores en la vida, otros hablaban de la importancia de la familia para transmitir esos valores con el ejemplo, y el resto empezó a hacer un recuento de experiencias negativas que habían tenido con la Iglesia: que había sacerdotes que no permitían bautizar a hijos de parejas que no estuviesen casadas, que la Iglesia estaba totalmente desfasada, que la sociedad había ido avanzando pero la Iglesia se había quedado igual. El más benevolente era el que iba a misa, que iba obligado por acompañar a su hijo que iba a hacer la comunión, que decía que cada vez le costaba más trabajo convencer a su hijo de que tenía que ir a misa, porque se aburría mucho allí. Lo único en lo que estábamos de acuerdo era que todos creíamos en Dios y que no hacía falta ir a misa, que Dios está en todas partes.
La catequista, por su parte, coincidía en esta última idea, y que es importante que las familias inculquen valores a sus hijos, y también que había actitudes desfasadas en la Iglesia. Luego habló de su testimonio como catequista en la parroquia y de las actividades que había allí y de que ella iba a misa libremente, aunque le costó un poco de trabajo porque parecía un bicho raro después de lo que se había hablado. También dijo que los niños ya son hijos de Dios desde que nacen, así que al final no quedó muy claro cuál era el verdadero sentido del Bautismo. El día del Bautizo el sacerdote dijo que a través de este sacramento los niños empiezan a formar parte de la familia de la Iglesia. Precisamente estos días en la hojilla litúrgica de la parroquia de San Lorenzo, explicaba que el bautismo es símbolo del amor de Dios, y a través de él formamos parte de la comunidad de seguidores de Jesucristo, se nos reconoce que somos hijos de Dios, nos unimos a Jesucristo en la resurrección y recibimos la fuerza del Espíritu Santo para vivir intensamente el Evangelio.
Supongo que la comunicación de los sacerdotes con los seglares es fundamental, porque ellos son como los "comerciales" de la Institución de la Iglesia y si no entienden, no apoyan o no conocen muchos temas de la Iglesia, la imagen que llega a la gente puede ser confusa. Después yo dije que Dios está en todas partes, pero que yo siento a Dios más cerca cuando voy a misa porque si ser cristiano es sólo transmitir valores, eso también los inculcan a sus hijos los que no son creyentes; coincidí en que es verdad que hay sacerdotes que despiden a la gente en vez de acogerla, pero también que hay otros que en sus homilías son muy cercanos a la gente y los niños no se aburren en misa. Al final el que empezó hablando repitió que mi testimonio reforzaba su idea de que la Iglesia estaba desfasada y que lo que necesitaba era sacerdotes que se adaptaran a los tiempos y que él también había escuchado una vez en una misa a un cura joven que hablaba en un lenguaje sencillo, pero que esto eran excepciones.
Es curioso que estas personas quizá ya no vuelvan a tener más contacto con la Iglesia, y el que han tenido es en muchas ocasiones sólo por seguir una tradición al nacer su hijo, igual que ocurre con otros sacramentos como la comuniones o las bodas. Su actitud es incoherente porque estábamos allí para que nuestro hijo o ahijado formara parte de una Iglesia a la que, al parecer, nadie quería realmente vincularse. Por otro lado, la Iglesia también debería aprovechar estas ocasiones en que la gente se acerca a Ella para mostrarle una actitud cercana y servicial, y así vieran que la Iglesia es de ellos también y que es un lugar que puede prestar un servicio a la sociedad, acercando a la gente a Dios y transmitiendo esperanza, en vez de poner trabas a los que se acercan a Ella.
La Iglesia está cambiando poco a poco, pero esa imagen no está calando en la sociedad. Este año es el año de la Fe y de la Nueva Evangelización. Es verdad que la sociedad se tiene que acercar con fe a la Iglesia pero también ésta puede evangelizar acercándose a la sociedad, aceptando los cambios que se están produciendo, en una actitud de diálogo, explicando razonadamente las normas que aplica la Iglesia y que esta sociedad no entiende, y sobre todo volcándose más que nunca ahora con las familias necesitadas de las feligresías en vez de esperar que sean ellos quienes se acerquen. Tal vez ese sea el camino para que, una vez que se produzca este acercamiento, poder contarles la Buena Noticia de que Dios está con nosotros para darnos fuerza en nuestra lucha diaria, como hicieron los primeros cristianos.