Muchas veces caemos en la tentación de dejarnos llevar por el pesimismo porque hay cosas que nos preocupan o nos agobian, sobre todo en estos momentos en los que la economía de todo el mundo se resiente más o menos. Pensamos que nuestra realidad de cada día no nos gusta y nos negamos a vivirla con optimismo. Nos dejamos llevar por la rutina y tratamos de evadirnos de ella en cuanto podemos, pero esto no nos hace realmente felices. Tras evadirnos volvemos a sentirnos amargados. Sin embargo, deberíamos confiar en que Dios está con nosotros. Pero esto no es fácil cuando ves que todo está cambiando a peor en el plano económico. Por eso debemos mirar a nuestro alrededor y ver que hay gente mucho peor que nosotros y que aunque todos, o casi todos, estemos peor que antes no deberíamos quejarnos tanto, más bien deberíamos dar gracias a Dios por tener para comer cada día, que no es poco. Y seguro que nos sentimos mejor y más positivos y eso nos da fuerzas para seguir adelante con más optimismo.
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