El domingo vi en la televisión la película de la Misión y había dos o tres escenas que me hicieron reflexionar. En la película el padre Gabriel funda la misión de San Carlos en la que da refugio a los indígenas evitando que sean presa de los mercaderes de esclavos y los evangeliza pacíficamente. Más adelante se le une Rodrigo Mendoza, tratante de esclavos que acaba convirtiéndose en jesuita y ayudándole en la misión. Pero esta misión choca con los intereses de los mercaderes de esclavos que intentan boicotearla recurriendo a las autoridades eclesiásticas para que los eche de allí. Finalmente acude allí un alto cargo eclesiástico y les pide que abandonen la misión con la excusa de que ha llegado a sus oídos que los jesuitas allí tienen demasiado poder. Los portugueses que estaban colonizando a ese poblado de indígenas presionan al representante de la Iglesia para que obligue a los jesuitas a dejar de darle protección a los indígenas. Éste, tras una dura decisión porque sabía que la misión era una buena obra, acaba sucumbiendo a las presiones de los portugueses porque no podía romper los intereses institucionales que tenía con ellos.
Hay una escena en la que le dice a los indígenas que deben marcharse porque se lo ha dicho el Espíritu Santo y el jefe de los indígenas le pregunta que cómo lo sabe. Finalmente le dice a los jesuitas que si no abandonan la misión quedan excomulgados y ellos deciden quedarse con los indígenas.
En otra escena Rodrigo de Mendoza le pide al padre Gabriel que desea revocar su voto de obediencia y decide luchar contra los portugueses para defender los intereses de los indígenas. El padre Gabriel le dice que él no luchará porque no es coherente con la doctrina que le han enseñado a los indígenas de que Dios es amor.
Al final los dos mueren defendiendo a los indígenas, uno pacíficamente y el otro luchando.
Sería interesante ver cómo reaccionaríamos nosotros si nos viéramos en esta situación. Cuando algún miembro de la autoridad eclesiástica dicta una orden sin ninguna razón y de forma incomprensible uno se pregunta como el jefe de los indígenas: ¿cómo sabes que tu decisión la dicta el Espíritu Santo?
La actitud de Rodrigo de Mendoza cuando decide luchar contra los portugueses tal vez no sea la más correcta, pero al fin y al cabo luchó hasta el final por defender la misión que Dios les había encomendado. Pero lo que sí es cierto es que los dos estaban excomulgados cuando llevaron a cabo su lucha contra los portugueses y lo hicieron por libre a pesar suya. Al final el representante eclesiástico se arrepiente de lo que hizo, pero te queda un mal sabor de boca después de la matanza que se llevó a cabo y de que la historia acabe mal.
Muchas veces en la vida real pasan historias parecidas y sientes inevitablemente desconfianza hacia esa autoridad mal entendida de la Iglesia que te hace cuestionarte hasta tu fe o al menos a recibir los sacramentos de manos de los sacerdotes.
En mi último artículo yo decía que debemos fijarnos más en lo que nos acerca a "la Iglesia" que en lo que nos separa de ella y que deberíamos trabajar por cambiar las cosas teniendo como eje de nuestra vida a Cristo. La cuestión es si hacerlo por libre como el padre Gabriel y Rodrigo o perteneciendo a la Iglesia Institución. Muchas veces sentimos desconfianza hacia esa institución y dolor como en la película, en la que la Institución eclesiástica no dio la cara por ellos ante los portugueses y a la que ellos a su vez no pudieron defender frente al mundo porque no estaban de acuerdo con sus decisiones. Pero lo que sí es verdad es que, como en la película, todos tenemos una misión y hay mucha gente necesitada. Si los jesuitas se hubieran apartado de la Iglesia y hubieran abandonado la misión los indígenas hubieran muerto sintiéndose desamparados, pero murieron con la esperanza en Cristo al que el padre Gabriel llevaba en una Custodia formando una procesión en el momento de morir. Así que luchemos como los protagonistas de la película por llevar la esperanza que Jesucristo nos dejó a nosotros como seguidores suyos y miembros de la Iglesia.
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