Ya bien iniciado el curso, una vez pasado el verano, mi familia y yo hemos vuelto a acudir a la misa de los domingos. Y me gustaría compartir en este blog mi opinión sobre ella por si a alguien le pudiera servir de algo.
Lo primero es la actitud. Es una celebración a la que Jesús nos invita, por lo tanto debemos acudir sin ningún tipo de presión ni obligación, si no, perdería el sentido.
La Eucaristía es una celebración festiva en la que cantamos canciones con alegría, escuchamos lo que nuestro Padre tiene que decirnos en las Lecturas de la Biblia, le contamos nuestros errores y encontramos paz en su perdón, le damos gracias en el Gloria, escuchamos los consejos del sacerdote para no desanimarnos y seguir adelante en la homilía, pedimos por los que lo necesitan en las preces, hablamos con Dios en el Padrenuestro, nos ponemos en paz con nuestros hermanos, ayudamos económicamente en lo que podemos en las ofrendas, luego el sacerdote hace que el pan y el vino se conviertan en cuerpo y sangre de Cristo, para que cuando nos vayamos Él se quede con nosotros y disfrutamos de su presencia después de la comunión.
Y todo eso de manos del sacerdote, una persona que un día escuchó la llamada de Dios y comprendió que el proyecto de Dios era algo tan grande como para dejar a un lado su propia vida y ser un instrumento de Dios en este mundo.
Es muy importante la labor que hace la Iglesia para ayudar económicamente a tanta gente necesitada pero también lo es el apoyo espiritual para seguir adelante.
En esta sociedad en la que todo el mundo busca cosas que aporten bienestar en medio de tantas circunstancias adversas no estaría mal buscar en lo espiritual un sentido transcendente a nuestra vida que nos haga sentirnos más plenos y felices.
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