Ya se acerca la Semana Santa. En este tiempo celebramos que Cristo sufrió, murió voluntariamente de la forma más cruel y resucitó para salvarnos.
Es importante analizar el papel de las personas que rodearon a Jesús en esos momentos para saber cuál es nuestro papel hoy en día y qué tenemos que ver con este episodio de la vida de Jesús.
Cuando Jesús empezó su Pasión estaba con sus discípulos. Ellos eran hombres a los que Jesús fue eligiendo uno a uno para que le siguieran, sus "amigos", como Él los llamaba. A ellos les envió para que continuaran lo que Él empezó: bautizar a todos los hombres y proclamar la Buena Noticia del Evangelio. Ellos al principio dudaron de Jesús cuando murió y pensaron que de nada había servido dejar mujer e hijos y dedicarse por entero a seguirle cuando el Proyecto de Jesús aparentemente había fracasado. Incluso tenían miedo en ser los siguientes en morir.
Pero entonces ocurrió lo que menos esperaban: que les dieran la noticia de que Él había resucitado. Cuando María Magdalena lloraba más desesperadamente por su muerte fue cuando Jesús se le aparece y la llama por su nombre y le dice que es Él. Y ella va corriendo a avisar a los apóstoles que al principio no le hacen mucho caso, pero luego confirman lo que ella les dijo, ya que Jesús se les aparece a ellos también. Este encuentro con Él hace que se llenen de fe y se abran a la acción del Espíritu Santo que les da fuerzas para ser Testigos de Jesús en este mundo bautizando a todos los hombres y proclamando el Evangelio aunque sea dando su vida si fuese necesario.
A lo largo de los años muchos hombres y mujeres han seguido los pasos de esos primeros discípulos dedicando su vida a esta misión que Cristo les encargó: acoger a todos los hombres en la familia de los Hijos de Dios, bautizándolos, y hablar a todos de la Buena Noticia de saber que Dios nos ama, proclamando el Evangelio. Como ellos, muchos de ellos dan la vida, como los misioneros , misioneras o cristianos laicos que son asesinados por sus creencias religiosas; otros, como los sacerdotes, van dando su vida día tras día en silencio soportando a veces la incomprensión y la falta de apoyo de quienes les rodean a pesar de su generosidad, como le pasó al propio Jesucristo, aunque en esta sociedad aparentemente sobreinformada parece que sólo son noticia los escándalos de unos pocos, y no la valentía de la entrega diaria de muchos.
Los sacerdotes y religiosos en general, como los primeros discípulos, y como cualquier ser humano, también tienen sus momentos de oscuridad en los que ven cómo este mundo mata a su manera a Jesucristo y se plantean si merece la pena haber renunciado a tantas cosas por seguir a Jesús. Pero entonces es cuando aparece la luz que es Jesús, y se hace siempre presente en este mundo, aunque a veces parece que está oculto a nuestros ojos, como hizo con María Magdalena, justo cuando lloraba más desesperada, y tiene un encuentro personal con ella, llamándola por su nombre cuando ella no lo reconocía: ¡María, soy Yo! y le recuerda que a pesar de que todo parece en contra, Él está a nuestro lado. Y así , a pesar de tener a gran parte de la sociedad de su tiempo en contra, Cristo nos demostró que no hay que perder la fe y que hay que tener siempre esperanza. Si Él venció a la muerte, por mucho daño que este mundo le quiera hacer, nunca conseguirá acabar con Él y su Mensaje, porque Él sigue vivo hoy en día, en el corazón de los hombres y mujeres valientes que están convencidos de que merece la pena entregar su vida por Jesús y su mensaje, como decía Jesús Devesa en su Pregón: "Con Jesús y con María Sí se puede, siempre se puede".
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