sábado, 17 de julio de 2010

LA SOLEDAD ACOMPAÑADA

Últimamente veo a mi alrededor matrimonios de personas mayores que se llevan fatal y esto me ha hecho reflexionar sobre la soledad que pueden sentir en los últimos días de su vida.
Son personas cuyos matrimonios no funcionan porque en algún momento de su vida decidieron no luchar más por su relación o quizá no superaron una crisis de pareja.
No voy a entrar en si tendrían que haberse separado o no. El hecho es que, aunque conviven en el mismo hogar cada uno tiene su círculo de amigos y sus actividades, que por cierto, no suelen estar repartidas igualitariamente. A la mujer le suele tocar las tareas del hogar, porque el hombre suele ser bastante machista y la mujer, en el fondo, también. Pero ese es otro tema.
Cuando están juntos en casa, que suele ser sólo para comer o dormir, suelen pelearse por todo. Pero no importa porque cada uno se evade con alguna actividad o con sus amigos. Y así van pasando los años, soportándose.
El problema es cuando llega la enfermedad o los últimos momentos de su vida. Las mujeres, porque los hombres se suelen morir antes, están ahí cumpliendo su papel de esposas, renegando un poco del gran sacrificio que están haciendo. Y los hombres refunfuñando porque llevan peor la enfermedad y criticando la falta de atenciones de su mujer.
Lo triste de esto es que este hombre, que ha dedicado toda su vida o su vida de jubilación a sus amigos, está realmente sólo en los momentos que más lo necesita. Uno lo ve muy bien acompañado de sus hijos y su mujer, pero al mirarle a los ojos te das cuenta de su tristeza.
Por supuesto que hay otros muchos que son felices con sus mujeres y superan este trance con la compañía y el cariño de su familia. Pero en este artículo me quiero dirigir a los que somos jóvenes todavía y tenemos toda una vida por delante para que vayamos construyendo un matrimonio día tras día y no nos cansemos nunca de luchar por él. Tenemos que ser consecuentes con lo que queremos en la vida, y si hay algún problema en nuestro matrimonio que creemos que no tiene solución, no tiremos la toalla y tratemos de huir a refugiarnos en nuestros amigos o en otras actividades; intentemos sentarnos con nuestra pareja y dialogar con ella. Esto supone un esfuerzo pero yo creo que es rentable, porque a la hora de la verdad lo que te puede dar la felicidad es tener un compañero de viaje incondicional que esté contigo en los momentos que más lo necesites.

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