Recientemente hemos oído que el obispo de Alcalá de Henares, en nombre de la Conferencia Episcopal ha declarado que la mayoría de los casos de violencia de género se da en las parejas en proceso de separación o divorcio. Estas declaraciones han desatado las críticas de varios sectores políticos que no ven ninguna relación entre la violencia doméstica y un matrimonio canónicamente establecido. Dichas así las palabras del obispo parece que incitan a soportar todo tipo de vejaciones para evitar que tu pareja te maltrate.
Este tema es muy delicado y hay que tener mucho cuidado cómo se dicen las cosas y también cómo se interpretan.
Su intención es hacer una defensa de la familia tradicional como modelo de familia ideal para la sociedad frente a las "parejas de hecho o personas que viven de forma inestable", y en la que hay menos violencia al haber más estabilidad.
Por otro lado el obispo también declaraba la importancia para los niños y para la sociedad en general de tener un padre y una madre que le aporten seguridad para afrontar la vida, que muchas veces no tienen con el alto número de divorcios.
Está claro que en las rupturas matrimoniales quienes más pierden son los niños y que los padres muchas veces no los tienen en cuenta a la hora de tomar esta decisión. Pero una vez que el matrimonio está roto y ninguno de los padres piensa poner de su parte para arreglarlo no tiene sentido mantenerlo por los hijos o por evitar que tu pareja te maltrate.
Yo creo que la familia constituida por dos personas que se quieren son la base para educar a los niños de hoy que serán los hombres del futuro en la sociedad pero no a cualquier precio, porque tan perjudicial es para un niño ver a sus padres discutiendo todo el día que verlos divorciados o ver cómo su padre maltrata a su madre o incluso a él.
Nuestras madres, que vivieron en una época en la que el divorcio no era tan usual como ahora, suelen decir a sus hijos: "Es que los jóvenes de hoy en día no aguantáis nada". Antes las mujeres no sabían que tenían tantos derechos como el hombre y soportaban muchas humillaciones que hoy nos parecen inaceptables. Hoy en día nos hemos vuelto más egoístas y cuando unimos nuestra vida a la de otra persona no estamos dispuestos a renunciar a nada, ni siquiera a la infidelidad, en favor de la familia, sencillamente porque sólo tenemos conciencia de nuestra realización personal, no tenemos el objetivo de crear algo común donde todos nos sintamos a gusto y busquemos lo mejor para todos.
La Iglesia puede aportar mucho promoviendo valores dentro de la familia que nos hagan más generosos, comprensivos, tolerantes y pacientes para evitar que esta se rompa y haya tantos divorcios. También creo que en el caso de que se rompa debería tender una mano, como haría Jesús, a la persona víctima de maltrato doméstico, aunque no esté casada por la Iglesia o ni siquiera tenga pareja estable, o a la persona que se siente sola o deprimida porque se acaba de divorciar o a los niños o jóvenes que sufren estas situaciones familiares difíciles y sobre todo, educarles para que no se conviertan en futuros maltratadores o víctimas de fracasos matrimoniales.
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