lunes, 4 de abril de 2011

Cómo cambiar nuestra vida para ser feliz

En estos tiempos que corren vivimos situaciones difíciles en las que hay gente sin empleo que vive situaciones insostenibles. A cada paso que uno da escucha a los comerciantes quejándose de que cada vez ganan menos dinero porque venden menos, a la gente a la que los bancos están empezando a quitarles sus casas porque no pueden pagar la hipoteca y, en general, parece que todo el mundo está más crispado y más amargado al ver reducidas sus posibilidades económicas.


Es muy difícil en estos momentos sentirse positivo y ver la vida con optimismo y es normal venirse abajo. Pero, sin embargo, es muy importante tener esperanza para poder mejorar nuestra situación y tener la actitud necesaria para afrontar lo que nos esté pasando. Muchas veces damos por hecho que esa situación que nos preocupa nunca va a cambiar y que no tiene solución porque hemos intentado que cambie y no lo hemos conseguido. Entonces simplemente queremos salir del problema a costa de lo que sea en vez de afrontarlo. Lo peor es que al perder la esperanza vamos contagiando nuestra preocupación, nuestro mal humor, nuestro cansancio... a las personas que nos rodean y sólo conseguimos tener un problema añadido: que se quejen de nuestra actitud y que se cree mal ambiente a nuestro alrededor.


Si queremos ser más felices tenemos que romper ese círculo y reconocer, en primer lugar, que tenemos un problema para afrontar lo que nos preocupa o nos amarga. Luego tenemos que contarle lo que nos pasa a alguien para desahogarnos y sacarlo de dentro. Nuestra felicidad no es algo aislado; está relacionada con la gente que nos rodea. Por eso tenemos que crear un ambiente positivo a nuestro alrededor. Cuando hayamos creado una actitud positiva dentro de nosostros seremos capaces de seguir unas pautas de comportamiento que pondremos en marcha cada vez que nos enfrentemos a esa situación.


Pero todo esto no se puede llevar a cabo sin la esperanza en que todo puede cambiar, siempre que seamos capaces de superar la debilidad, que nos hace creernos incapaces de afrontar las situaciones difíciles. No pasa nada por sentirnos débiles. Pero no debemos olvidar que no estamos solos. Tenemos con nosotros la presencia de Dios. Precisamente en esos momentos en los que parece que todo está perdido es cuando más cerca de nosotros está porque es cuando más lo buscamos. Cuando todo pasa es cuando te das cuenta de que Él no nos quiere ver hundidos sino felices y para eso tenemos que tocar fondo, y tomar nuestra cruz de cada día para resurgir con más fuerza.


Hay momentos en los que nos llenamos de luz, de sensaciones positivas, de felicidad, en los que sentimos la presencia de Dios dentro de nosostros. ¡Pero qué difícil es sentirlo a veces! Esa alegría y esa paz podemos sentirla siempre que queramos. Sólo hay que acercarse a Él con la necesidad y el deseo de sentir esa fuerza. Y lo podemos sentir de muchas maneras: a través de la comunión, sintiendo a Cristo dentro de nosotros, a través de la figura de un sacerdote al contagiarnos su optimismo y entusiasmo por Dios. También podemos sentir esa presencia dentro de nosotros cada vez que queramos sin necesidad de ir a misa, pero es la forma más tangible y cercana de relacionarnos con Dios que tenemos a nuestro alcance (a mí es la que mejor me funciona), aunque también podemos sentir a Dios hablando con Él siempre que lo necesitemos y pedirle que podamos sentir su presencia, también leyendo algún versículo de la Biblia o admirando una imagen escultórica de alguna hermandad, dejando que Él nos hable con su palabra o su imagen. Pero es importante saber que hay más personas que también sienten esa alegría que transforma la vida y que todos los que buscamos a Dios estamos unidos por ese sentimiento de entusiasmo y optimismo.


Muchas veces estamos ciegos y tenemos a Dios más cerca de lo que creemos pero las prisas y las preocupaciones no nos dejan verlo. Por eso tenemos que hacer una silencio interior y buscarlo con fe para llenarnos de esa fuerza que nos da la presencia de Dios y contagiarla a los que tenemos al lado y tomar nuestra cruz de cada día y transformarla en amor. El otro día observando la postura de las manos del Nazareno de Cádiz vi que no sólo llevaba la cruz, sino que la abrazaba con las dos manos con una actitud amorosa, transformando en amor por toda la humanidad el sufrimiento de su cruz. Así que sigamos su ejemplo y transformemos el sufrimiento que hay a nuestro alrededor y el nuestro propio en amor como hizo Él.




No hay comentarios:

Publicar un comentario