martes, 19 de octubre de 2010

El estrés y la meditación

Por estas fechas ya están en marcha todas las actividades de principio de curso. Algunas personas empiezan a sobrecargarse de actividades y no sólo a ellos mismos sino también a sus hijos. Otras veces sin embargo, el estrés se debe a situaciones inevitables del día a día por el trabajo o por las presiones que en mayor o menor medida tenemos todos en la vida: estar parados, la enfermedad, problemas de convivencia, etc. El caso es que vivimos estresados. Y este estrés nos trae muchos problemas luego en las relaciones con los que nos rodean y en el rendimiento en el trabajo y en los estudios.
Hay gente que no les pone remedio y son infelices por todo esto. Otros terminan acudiendo a un psiquiatra, que también ayuda a analizar la situación (eso siempre que no se limite a recetar psicofármacos), pero al final el que tiene que solucionar el problema es la propia persona.
Tenemos otra opción que recomiendan los psicólogos que es la meditación, simplemente pensar en nuestra vida y analizar la situación, como haría un psicólogo y pedir a Dios que nos ayude a solucionar nuestros problemas; en otras palabras, rezar. A veces el mismo ritmo de vida que llevamos no nos deja parar y hacer esto. Además nos resulta extraño rezar solos en nuestra casa. Es como hacer deporte, que es más fácil hacerlo en grupo que uno sólo en casa. Por eso podemos aprovechar los lugares que tenemos a nuestra disposición como son las Iglesias, y en ellas, las comunidades parroquiales.
Hay gente que piensa que no necesita ir a la Iglesia porque con creer en Dios tienen bastante, pero muchas veces, y sobre todo, con los golpes que va dando la vida, no nos basta con nuestra fe individual. Somos como las flores de un árbol, que van recibiendo la vida mientras están en él. Pero cuando las arrancan, aunque se ven muy bonitas en un jarrón, y por más agua que se le eche, ya no reciben la savia del árbol que les da vida, y acaban marchitándose. Por eso, podemos probar a engancharnos al árbol de la vida, que es vivir la fe en comunidad, porque como dijo Jesús: "Cuando dos o más se reúnen en mi nombre, allí estoy yo".



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