miércoles, 13 de octubre de 2010

La Buena Nueva

El otro día vi en la tele una buena película "La Buena Nueva", que trataba sobre la posición de la Iglesia en la época franquista.
Por un lado se veía la postura de la jerarquía, que apoyaba a la Falange y éstos, los falangistas, se servían del apoyo de la Iglesia para que el Régimen de Franco triunfara en España. Por otro lado se veía la postura del protagonista, un sacerdote joven que es destinado a un pueblo en el que tiene que elegir entre sus creencias y las que le impone la jerarquía eclesiástica. El sacerdote protagonista de la película sólo quería predicar el Evangelio y ayudar a los más pobres, tal como Jesucristo encomendó a los apóstoles. Pero la jerarquía sólo estaba preocupada de preservar su Institución eclesiástica. Supongo que no fueron tiempos fáciles, porque o apoyabas al Régimen o te condenabas a morir fusilado. Pero también la Iglesia tuvo que pagar caro este error porque aunque en la película no aparece, los del otro bando cometieron muchas atrocidades contra la Iglesia.
Cuando yo nací Franco ya había muerto y siempre he tenido conocimiento de la época franquista de oídas (bueno, estudié en un colegio de monjas y allí el franquismo tardó unos diez años en desaparecer). Siempre he pensado que esta alianza Iglesia-Dictadura pertenecía al pasado, pero ahora no estoy tan segura. Para empezar, la película no pudo emitirse hasta hace pocos años porque en 1995 no le permitieron hacerlo, cuando lo único que hace es reflejar una realidad histórica.
Hoy en día tenemos la herencia de aquellos tiempos. Por un lado están los hijos y nietos de los que apoyaban al Régimen, que fueron obligados a cumplir con las obligaciones religiosas durante muchos años, y que tal vez algunos ahora que hay más libertad se quieren liberar de ese yugo que les fue impuesto en las Iglesias o los colegios religiosos. De entre éstos que iban a misa por cumplir, aún quedan algunos que piensan que sólo por ir a misa ya son mejores personas que los que no van. Por otro lado están los nietos de aquellos "rojos" que han heredado por tradición esa animadversión hacia la Iglesia. Y por otro lado, están los sacerdotes, que en la época franquista vieron cómo la clase obrera quemaba las Iglesias y martirizaban a los miembros del clero sólo por llevar una sotana y que más tarde con la democracia han visto la rebeldía de la sociedad que se opone no sólo a ir a misa sino a todos los valores morales que había en otros tiempos.
Es una pena que estas actitudes que pertenecen al pasado priven a mucha gente de vivir con plenitud la alegría de la Buena Nueva, que todos necesitamos para seguir adelante en nuestra vida. Así que creo que todos deberíamos hacer un esfuerzo por dejar a un lado las susceptibilidades cada uno en su postura.
Los sacerdotes deberían contagiar a la sociedad la alegría de sentir a Dios como alguien cercano que está con nosotros cada día acercándose a la sociedad, a pesar de su rechazo, y viendo qué hay de bueno en ellos. Seguro que se sorprenderían de ver cuánta gente tiene fe en Dios. Como un buen padre, y como prueba de que están avanzando con los tiempos, deberían dar un voto de confianza a los laicos (miembros de comunidades, jóvenes, cofradías...) confiando en su madurez y guiándoles con diálogo y buena voluntad, dejando crecer la cizaña entre las espigas, si hace falta, y no arrancándolas de raíz, interviniendo sólo en los asuntos que van contra el Amor a los demás, que es el único mandamiento importante, y no imponiendo las decisiones por decreto como se solía hacer en otros tiempos que ya todos deberíamos olvidar. Seguro que serían más queridos por sus fieles y conseguirían mejor sus propósitos de evangelizar.
Los que se vieron obligados a ir a misa en su día deberían hacer un esfuerzo por dejar de ver a la Iglesia como una institución autoritaria, ya que la mentalidad de la jerarquía está cambiando poco a poco, empezando por el Papa, que está dando ejemplo de humildad reconociendo los errores de la Iglesia y animando a vivir la fe con pasión y convencimiento, no con sumisión. Y los que nos hemos alejado de la Iglesia rebelándonos frente al autoritarismo de algunos sacerdotes, que no tengamos miedo de abrir nuestro corazón a Dios en la Eucaristía y démosle un voto de confianza y trabajemos conjuntamente con ellos en vez de querer hacer las cosas sólo a nuestra manera. Dialogando sin miedo a decir lo que no nos gusta es una forma de contribuir a que la Iglesia, a la que todos los bautizados pertenecemos, vaya cambiando y no marcharnos y criticar desde la distancia, porque como ocurre con los padres, aunque uno se rebela frente al autoritarismo, al final reconoce que tienen buena intención aunque cometan muchos errores.













4 comentarios:

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  2. Estoy perfectamente de acuerdo con todo lo que comentas menos en una cosa: cuando nos animas a los que "nos hemos alejado de la iglesia a abrir nuestro corazón a Dios en la Eucaristía y a darle un voto de confianza y trabajar conjuntamente con ellos en vez de querer hacer las cosas sólo y a nuestra manera", decirte que en la mayoría de los casos es imposible. Hay muchos sacerdotes que tiene al Templo en el que sirven como su propio Templo, su propia casa, y no dejan hacer ni deshacer nada a nadi sin su consentimiento. Incluso llegan a decir no porque no, o porque yo lo digo.
    Estoy de acuerdo con dialogar, pero los primeros que se niegan a hacerlo los propios sacerdotes. Por lo tanto si uno no quiere dialogar ¿cómo se soluciona el tema? Yo te lo voy a decir: estos sacerdotes son los que tienen que dar el primer paso y buscar el diálogo y la concordia. Así no nos veremos obligados a marcharnos y a criticar desde la distancia y las iglesias estarán cada vez más llenas.
    El que comente errores también puede rectificar porque dicen que rectificar es de sabios.

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  3. Jose, te agradezco que escribas un comentario, porque así le das vidilla al blog, pero no quiero que los que lean este artículo se queden con una visión negativa de lo que se puede hacer. Te digo públicamente lo mismo que te digo en privado, que sí, que los sacerdotes no deben echar a la gente de la Iglesia con su comportamiento, pero nosotros somos los primeros que pensamos que los dueños de la Iglesia son ellos, porque si todos los que se han ido, en vez de irse lucharan por que hubiera más entendimiento, seguro que tendrían más fuerza que los sacerdotes que se empeñan en imponer sus caprichos.

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  4. Siento decirte que no estoy en nada de acuerdo con que somos nosotros los primeros que pensamos que los dueños de la iglesia son ellos. Yo por lo menos no lo pienso, es más no lo acepto. Si algún cura llega a decirmelo algún día, sabré qué contestarle.
    En lo que respecta al luchar para que haya un buen entendimiento en vez de marcharnos decirte, como ya conoces, que eso es una utopía. La gran mayoría de estos sacerdotes al creerse dueños y señores de la iglesia no entienden de diálogo si nó ¿cómo te explicas lo que está sucediendo en la Hermanda de Columna, por ejemplo?
    Insisto, mientras no cambien y den el primer paso, en vez de entrar gente, saldrán cada vez más de las iglesias.

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