En vez de repetir errores o vivir lamentándonos de nuestra mediocre vida tenemos que conseguir un equilibrio interior. Para eso tenemos que pararnos en seco en la vida y analizar qué no nos gusta, que queremos cambiar y qué queremos conseguir. Muchas veces es difícil saber qué queremos, pero podemos hacer algo más fácil, decidir qué no queremos seguir haciendo, qué es lo que no nos gusta de nuestra vida o de nosotros mismos. Una vez tengamos esto claro, tenemos que olvidar todo lo que nos atormenta y hacer un silencio interior para no bloquear a nuestra mente con tantos problemas que quizá no podemos solucionar. Luego tenemos que estar abiertos a todo lo que nos rodea, porque muchas veces los problemas no nos dejan percibir todas las cosas y las personas buenas que pueden aportarnos lo que necesitamos.
Conseguir esto no es fácil. Lo primero es asumir que tenemos las riendas de nuestra vida en las manos y aunque los problemas o las personas que nos rodean no puedan cambiar, nosotros sí podemos hacerlo. Luego tenemos que buscar un equilibrio interior para que los problemas no nos sobrepasen y podamos así verlos a distancia y analizarlos mejor. Esta quizá es la parte más difícil. Para esto es muy útil la Oración. Simplemente poner nuestros problemas en manos de Dios nos alivia y nos ayuda a sentirnos liberados si realmente tenemos fe en que Él nos va a dar la fuerza que necesitamos para afrontarlos. Después de la Oración los problemas no desaparecen, pero hemos conseguido tres cosas: estamos más relajados porque no nos sentimos solos, lo vemos todo con más claridad porque hemos analizado bien la situación y nos sentimos abiertos para percibir la influencia de las cosas buenas que nos rodean. Así que os animo a que lo probéis. Vale la pena intentarlo. No se pierde nada.
Estoy totalmente de acuerdo con tu apreciación. La Oración en muchas ocasiones sirve para aliviarnos de todo lo que nos ha acontecido a lo largo del día.
ResponderEliminar