viernes, 30 de diciembre de 2011

La Navidad y la falta de valores

En un artículo recientemente publicado en Diario de Cádiz, aparecían datos sobre una encuesta realizada por Metroscopia, en la que analizaba el sentido de la Navidad para los jóvenes: para el 84% de los jóvenes españoles estos días solamente significa cenas, fiestas o reuniones; para el 72% no tiene ningún significado religioso, y únicamente el 15% asiste a la Iglesia en esta época del año.
Este hecho se atribuye a menudo al materialismo y a la pérdida de valores de esta sociedad, que ha dejado de creer en Dios, para confiar sólo en el poder del ser humano, y es comparada muchas veces con la sociedad de hace unas décadas en la que la gente estaba obligada a cumplir unas normas de comportamiento por temor al castigo y había valores como el respeto y la educación. Es verdad que se están perdiendo los valores y que el hombre está jugando a ser Dios haciendo y deshaciendo la naturaleza a su antojo, pero también hay que tener en cuenta otro aspecto. La sociedad actual está cambiando, y no sólo en lo que respecta a los cambios tecnológicos; está convirtiéndose también en una sociedad menos ignorante, que sabe cuáles son sus derechos. El problema es que se ha luchado mucho por conseguir unos derechos, pero esto no ha ido acompañado de unas obligaciones. En las familias, por el afán de proteger a sus hijos, muchos padres no dejan que éstos se responsabilicen de su vida, impidiendo que maduren como personas, enfrentándose incluso a todo el que quiera imponerles unos límites, como en el colegio. Así hemos creado una sociedad con un alto índice de fracaso escolar, que además no ayudan a sus padres en casa y que incluso cuando se independizan, siguen dependiendo de sus padres para el cuidado de la casa y de los niños.
Es una sociedad inmadura, que se aprovecha de que no le imponen límites para hacer lo que quiera buscando sólo su propio beneficio. Pero también lo era la sociedad del franquismo, que hacía lo que le decían sin pensar lo que le dictara su conciencia, sólo por miedo al castigo. Por supuesto, en la sociedad actual no tiene cabida la fe, ni los valores que nos propone la Iglesia, ni la asistencia a misa, como podemos ver en estas fechas navideñas. Sin embargo, deberíamos caminar hacia una sociedad más madura, en la que conservemos los derechos que hemos conseguido, pero con unos límites, y dentro de unos valores como la solidaridad, el esfuerzo o la empatía, pensando en el bien común y poniéndonos en el lugar del otro.
Porque en realidad esta sociedad no es feliz, se siente vacía, sobre todo ahora que la crisis hace que sea más difícil satisfacer rápidamente los deseos consumistas de cada uno. Ahora más que nunca esta sociedad necesita un referente, Alguien que le de verdadero sentido a la vida, sobre todo cuando llega el sufrimiento o la frustración.

En estas fiestas navideñas se celebra que Jesucristo vino a este mundo para que viviéramos nuestra fe en Dios en plenitud, sin obligaciones ni leyes, como se hacía antes de que Él naciera, sino como un un Padre bueno, que nos ha creado a nosotros y al mundo que nos rodea y que nos ama y quiere que seamos plenamente felices.

sábado, 17 de diciembre de 2011

Hay lugar para la esperanza

El artículo que presento a continuación aparece en el Boletín del Movimiento Familiar Cristiano de la Diócesis de Cádiz y Ceuta. Lo he incluido en mi Blog porque habla del trabajo que hacen las personas que forman parte de la Iglesia y que pocas veces sale a la luz porque no son noticia; desde fuera de la Iglesia, porque vende más la crítica y el escándalo y, desde dentro, porque el derrotismo de muchas personas en la Iglesia, no contribuye a proyectar la imagen de la Iglesia como institución que está al servicio de la sociedad. Un ejemplo de esto son estas personas que están al frente del Movimiento Familiar Cristiano, autores de este artículo:

¡HAY LUGAR PARA LA ESPERANZA!

En un mundo desencantado, los cristianos tenemos que hacernos notar.
Las familias necesitan ver un horizonte de esperanza, que les ayude a caminar hacia una mejor convivencia. Y es ahí donde el MFC debe estar presente para tender una mano amiga.

El cristiano, que es una persona sometida a los vaivenes del mundo y que sufre las mismas carencias que los demás, se ha de distinguir porque no se apoya en los bienes materiales, en la suerte o en su valía personal. El cristiano fundamenta sus seguridades en Jesucristo:”Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin de mundo” (Mt 28,20 ). Esta seguridad no es una utopía, ni una alienación; es un convencimiento que tenemos que transmitir a los que nos rodean, y este convencimiento no es compatible con el desencanto y menos con el fatalismo, que es una falta de fe y un desprecio al esfuerzo que están haciendo muchas personas dentro y fuera de la Iglesia.

Con esa esperanza ha asumido este equipo la presidencia del MFC. Sabemos que hay gente muy comprometida, que luchan por mejorar las condiciones de vida y defender la dignidad de las personas, en una sociedad que cambia a pasos agigantados. Sabemos de la solidaridad y el compromiso con los más necesitados, y estamos aquí para trabajar junto a estas personas y transmitirles que, desde el MFC, también se puede avanzar hacia una sociedad más abierta y más justa, haciendo vida el Evangelio y nuestro Ideario, que nos compromete y nos marca el camino.

A veces, los que no conocen el MFC, nos tachan de inoperantes o de no estar implicados en la misión de la Iglesia en el mundo; y quizás tengamos parte de culpa en ello por no saber mostrar (vender) nuestras implicaciones y nuestro compromiso con un mundo necesitado de comprensión y de estímulos. Somos pocos, pero con suficiente preparación y ganas de trabajar; y hemos de saber transmitir nuestro convencimiento de que en comunidad podemos vivir mejor la fe y afrontar los problemas que se presentan cada día a las familias. Para ello no tenemos que renunciar a ningunas convicciones, ni principios, sólo estar abiertos a las necesidades de una sociedad con nuevos retos y disyuntivas.

Nuestro trabajo personal y de equipo ha de ser un trampolín para implicarnos en la ayuda a la familia. Esto requiere una disponibilidad y un empeño en derribar muros y apartar prejuicios, y centrarnos en lo que las familias necesitan.

Hay un trabajo ilusionante y urgente. Cuanto más personas seamos y más unidos estemos, más fuerza tendremos y más se nos podrá tener en cuenta.
Que es estas fechas de ilusión y esperanza sirvan para encender en nosotros el fuego del amor que Jesús viene a traer al mundo.

EL EQUIPO DE PRESIDENCIA DIOCESANO

viernes, 28 de octubre de 2011

Todo pasa por algo

Hay muchas situaciones difíciles en la vida, en las que parece que nada tiene sentido y que no quedan fuerzas para salir adelante.
Hace poco el P. Jesús García Cornejo dijo en una homilía: "Hay que experimentar la sombra para poder ver la luz. O al revés, hay que pasar por la luz para poder entender la sombra".
Esto me hizo reflexionar que todo pasa en la vida por algo, aunque de momento no lo entendamos. Incluso puede que los problemas hagan tambalearse nuestras creencias y nos enfademos con Dios porque pensemos que está siendo demasiado injusto con nosotros y hacer que sintamos ansiedad, rabia, impotencia, miedo, tristeza, depresión... Pero todo esto está en los planes de Dios y es necesario que ocurra para que podamos "ver la luz".
Pero no podemos quedarnos en esas sensaciones negativas. Es lógico que las sintamos porque somos humanos y a veces no confiamos en Dios lo suficiente. El mismo apostol Pedro, cuando Jesús le dijo que caminara hacia Él sobre el agua tuvo miedo de la tempestad y empezó a ahogarse, pero Jesús le tendió la mano, lo sacó del agua y le dijo: ¿Por qué has dudado?
Igual que Pedro, nosotros también podemos tener la terrible sensación de estar ahogándonos, por dudar de que Dios esté ahí para sacarnos del atolladero, porque somos humanos y débiles, pero luego hay que levantar la mirada y ver a Dios que está ahí tendiéndonos la mano para ayudarnos. Muchas veces en la vida tenemos la sensación de que Dios nos aprieta, pero luego le pedimos ayuda y todo se soluciona y entonces le encontramos sentido a todo, y "entendemos las sombras". Y cuando hemos visto la luz nos damos cuenta de que ese sufrimiento nos ha hecho más pacientes, nos ha enseñado a valorar más las pequeñas cosas, nos ha hecho más fuertes o nos ha hecho tener más fe, y por lo tanto más felices. Pero si no somos capaces de superarlo y nos quedamos anclados en el pesimismo, no solo no vamos a ser felices sino que vamos a desencadenar otra serie de problemas derivados de nuestra actitud, y podemos estropear la relación que tenemos con los que nos rodean y crear un círculo vicioso del que es difícil salir.
En esos momentos nos preguntamos: Y ahora, ¿dónde está Dios? y analizando otra frase del P. Jesús: "Dios está justo ahí, en el sufrimiento", descubrimos que Dios se hace más presente en las situaciones difíciles y en las personas que más lo necesitan como dicen las Bienaventuranzas. De hecho es cuando más lo necesitamos y cuando más recurrimos a Él. Si todo nos va bien, nos volvemos autosuficientes y creemos que nos basta y nos sobra con las cosas materiales. Además, precisamente ahora con la crisis tenemos un claro ejemplo de que en situaciones difíciles se dan más valores como la solidaridad o la amistad. Así que tenemos que aprovechar el sufrimiento para buscar a Dios, para crecer como personas, aprender a confiar en Él y no querer tener el control absoluto de nuestra vida, aunque muchas veces no entendamos sus planes; y tomar la vida como viene, porque todo lo que nos pase siempre tiene algo positivo aunque tengamos que esperar a "pasar a la luz para entender las sombras".

domingo, 9 de octubre de 2011

Gracias a algunos sacerdotes

A veces uno se acerca a la Iglesia buscando una respuesta a las preocupaciones de cada día y sale de allí sintiéndose un poco más feliz. Este artículo está dedicado a algunos sacerdotes que con su actitud nos hacen la vida un poco más agradable a los demás.

Gracias a los sacerdotes por ser generosos y entregar su vida sin pedir nada a cambio.
Por ser valientes y renunciar para siempre a compartir su vida con otra persona
Por mantenerse firmes a pesar de las críticas, sobre todo en estos tiempos de anticlericalismo
Por ser coherentes con su vida dando ejemplo y mostrando la actitud que debemos seguir
Por ser humildes
Por no quejarse aunque a veces tengan motivos para ello
Por dialogar en vez de imponer
Por tratarnos como si fuéramos hermanos de su propia familia y dar lo mejor de sí mismos
Por ser serviciales y no tener horarios
Por acercarse a la gente en vez de juzgarlas
Por ser fieles al modelo de Jesucristo en el Evangelio
Por disfrutar lo que hacen porque eso se nota y se transmite a los demás
Por mostrarse alegres aunque no siempre tengan ganas de sonreir
Por ser intermediarios entre Dios y nosotros
Por compartir con nosotros su experiencia de Dios
Por ser buenos "pastores" y cuidar de que no les falte consuelo o esperanza a sus "ovejas"
Por no dejarse llevar por la rutina y celebrar la Eucaristía como el primer día
Por tener una actitud más cercana que solemne
Por hacernos sentir la Eucaristía como algo positivo para nuestra vida, no como una obligación
Por mostrarnos la presencia de Dios cada Eucaristía
Por seguir creyendo en una Iglesia que busque realmente a Dios en vez de la que va sólo a cumplir un precepto
Por seguir transmitiendo entusiasmo a pesar de no ver resultados


Hay quien pueda pensar que ser sacerdote no es más que un trabajo remunerado como otro cualquiera, y no dudo que haya sacerdotes que se comporten como si fuera así, pero tendríamos que fijarnos más en los que pudiendo haber elegido caminos más fáciles en la vida, han preferido entregarse a los demás sin esperar nada a cambio y lo hacen además de corazón.
En estos tiempos en los que es tan necesaria la esperanza se pide para que haya muchas vocaciones sacerdotales. Yo más bien pido para que, muchos o pocos, haya buenos sacerdotes a los que esta sociedad tanto necesita aunque ni siquiera lo sepa.

domingo, 11 de septiembre de 2011

La actitud ante la crisis

Estamos cansados de oír que estamos atravesando una crisis muy dura que se está alargando cada vez más en el tiempo; tanto, que ya casi nos hemos acostumbrado a los casos de deshaucios a nuestro alrededor como cuando vemos imágenes de pobreza extrema en países subdesarrollados. Y la verdad es que hay muchos casos realmente dramáticos: familias en paro que tienen que vivir de la pensión de sus padres, comerciantes que han invertido en un negocio y ahora tienen que aguantar aunque sólo sea para cubrir gastos porque si no, el banco les quita su casa o incluso a los que ni siquiera cubren gastos, les embargan. Y lo peor son las pocas esperanzas de encontrar trabajo para estos padres de familia que se han quedado en paro, comerciantes que se han visto forzados a cerrar y tienen que empezar de nuevo o jóvenes que empiezan a intentar incorporarse al complicado mundo laboral. Encima si encuentran algún trabajo precario en el que no pueden ni rechistar porque saben que van a la calle directamente, al que le han embargado la casa, si ésta no alcanza el valor en la subasta de la deuda contraída con el banco, le embargan una parte del sueldo y al comerciante que tenía deudas con la Seguridad Social también le quitan parte del sueldo cuando empieza a trabajar. Luego están las pobres abuelas que vivieron tiempos difíciles en la posguerra y que ahora que estaban empezando a vivir mejor se encuentran que tienen que cuidar a los nietos y ahora también ayudarles económicamente. El problema es que esta crisis nos ha cogido de improviso. Ya no sólo afecta a los que se han quedado sin trabajo, sino a los que teniendo más o teniendo menos vivían al límite de sus posibilidades y ahora ven que los gastos superan a los ingresos y sin posibilidad de pedir crédito a los bancos. Nos ha cogido desprevenidos, pero tenemos que empezar a adaptarnos.

De todas las desgracias siempre se puede sacar algo bueno. De toda esta crisis hemos aprendido que ya no somos tan autosuficientes como pensábamos, que toda la estabilidad que nos proporcionaba este Estado del Bienestar también puede venirse abajo.

A nivel personal nos ha enseñado que tanto las personas como las cosas materiales nos pueden fallar. Hemos aprendido a distinguir las personas con quienes cuentas de verdad cuando lo necesitas y quienes no. Tambien hemos aprendido que la felicidad está en las pequeñas cosas a las que nunca le hemos dado importancia. Pronto iremos saliendo de la crisis y nunca volveremos a ser los que fuimos pero lo importante es que empecemos de cero y empecemos a valorar, desde ya, lo sencillo que tenemos cada día a nuestro alrededor, que es lo verdaderamente importante. En nuestra escala de valores la relación con los que nos rodean tiene que estar por encima de ganar la mayor cantidad de dinero posible, si no queremos que nos sintamos vacíos cuando falla la economía.

Algunos puede que piensen después de esta crisis que Dios no existe o que nos ha abandonado, pero quién sabe, a lo mejor hasta le tenemos que agradecer que hayamos pasado por todo este sufrimiento, porque nos haya hecho mejores personas, si es que hemos logrado superarlo y no nos hemos sentado al borde del camino a lamentarnos de nuestra suerte.

Los que creemos en Jesucristo y en el Evangelio tenemos que confiar en Él y pedirle que nos ayude. Aunque estemos desesperados tenemos que cargar las pilas para poder afrontar la vida con valentía. Es importante que estemos bien por dentro, y para eso es muy importante la fe, confiar en que ese Dios en el que creemos realmente puede ayudarnos y de verdad nos acompaña en la vida. Muchas veces vivimos situaciones extremas de pobreza y necesidad pero precisamente Jesús en su paso por este mundo vino a traer esperanza a "los pobres, los que lloran, los que tienen hambre y sed, porque ellos serán saciados", que eran justamente quienes iban a escucharlo. Al menos hay algo positivo en el sufrimiento: hace que nos acerquemos a Él y nos sintamos llenos cuando nos conceda lo que le pidamos o nos ayude a conseguirlo.

Tenemos que reconocer en nosotros todas las cualidades aque tenemos. Es verdad que somos débiles, las circunstancias difíciles nos lo recuerdan duramente, pero es verdad que fuimos creados por Dios y Él sí es poderoso, sólo hay que mirar las maravillas de la naturaleza. Así que nosotros también lo somos. Sólo hay una cosa que Él no hizo: elegir por nosotros; podemos venirnos abajo ante las dificultades o afrontarlas con ilusión y esperanza de superarlas.

domingo, 14 de agosto de 2011

Jornada Mundial de la Juventud

Hemos contado estos días con un acontecimiento histórico en Cádiz como es el Vía Crucis Diocesano.
Creo que es un acontecimiento positivo porque las Imágenes de las distintas Cofradías aglutinan a mucha gente, y aunque la Eucaristía es la base de la fe de los cristianos, no cabe duda que, por desgracia, para mucha gente la base de sus creencias es su devoción a una Imagen. Por eso creo que esta iniciativa ha sido un éxito, por aunar la fe de todos los creyentes, ya sean católicos practicantes, no practicantes, comprometidos, alejados y cofrades, y sobre todo, porque la idea provenga del Obispado. También es verdad que esto ha beneficiado a la imagen de la Diócesis de Cádiz a los jóvenes que nos han visitado, pero también ha contribuido a darle esplendor a las cofradías gaditanas, y sobre todo dando muestras de buena voluntad tanto sacerdotes como cofradías aunando esfuerzos para que todo saliera bien.
En cuanto a la Jornada de la Juventud, creo que es una buena iniciativa propuesta por Juan Pablo II que puede ser muy positiva para la Iglesia, porque las iglesias están vacías y atrayendo a la gente joven podrían llenarse,ya que cuando vayan desapareciendo las generaciones de tradición católica practicante, puede que disminuya más el número de católicos practicantes. También pueden surgir más vocaciones a través de estas Jornadas, tan escasas en estos tiempos. Además con estos encuentros la Iglesia ofrece una imagen joven, abierta y entusiasta, que tanto necesita para mejorar la opinión a veces desvirtuada de Institución retrógrada e impositiva. También aumenta el número de católicos comprometidos, porque los jóvenes, constituyen el grupo de edad que tiene más facilidad para comprometerse en la Iglesia, por su carácter entusiasta, sus ideales de cambiar el mundo, su altruismo y su mayor disponibilidad al tener más tiempo libre.
Sin embargo, los jóvenes son el sector de la sociedad más alejado de la Iglesia, porque ellos avanzan más rápido con los tiempos en esta sociedad y la Jerarquía es la que más tarda en adaptarse estos cambios. Por eso estas Jornadas Mundiales de la Juventud son positivas, porque hay un acercamiento entre Jerarquía y juventud. Lo interesante es que no se quede sólo en estos encuentros, sino que sirva para que los jóvenes descubran que la Iglesia puede ofrecerle la plenitud a sus vidas que este mundo, en cambio, no les da. Y que, a su vez, el Papa, en representación de la Jerarquía eclesiástica, trate de comprender a través del encuentro con estos jóvenes las inquietudes de esta sociedad que está cambiando y pueda llevarle la esperanza en Dios que tanto necesita.
Lo único que no me ha sonado muy bien ha sido la propuesta de Rouco Varela de conceder la indulgencia plenaria a quienes se arrepientan de haber abortado, lo que vuelve a dar una imagen de puerta entreabierta por la que se entra con condiciones, en vez de abrirlas de par en par incondicionalmente como hizo Jesucristo con la mujer pecadora.
De todas formas ojalá que esta Jornada Mundial de la Juventud en España sirva para que continúe el acercamiento entre la Jerarquía y la sociedad una vez que pasen estas Jornadas y que el Via Crucis diocesano de Cádiz sirva, ahora que no haga falta dar buena imagen frente a nadie, para que continúe el acercamiento entre sacerdotes y cofradías y podamos ver de vez en cuando Eucaristías o actos religiosos en medio de las plazas o sacerdotes y cofrades colaborando estrechamente porque todo salga bien y que cofrades y que la sociedad en general se acerquen también a las iglesias como respuesta a este tipo de iniciativas.






domingo, 10 de julio de 2011

Los pecados de la Iglesia

El pasado viernes 8 de julio leí un artículo de un Profesor de Teología en el Diario de Cádiz que enumeraba los "pecados" pastorales de la Iglesia, que presento aquí de forma resumida:

1- Los movimientos de transformación social de la Iglesia han caído en una crítica excesiva y no le han dado la importancia suficiente a la dimensión transcendental de la fe. Además no han hecho una evangelización explícita por cobardía.
2-Desde las más altas instancias eclesiales la relación con la sociedad se ha centrado en defender los derechos adquiridos de la propia institución que de defender a los más pobres.
3- Los sectores más influyentes de la Iglesia han tratado de eliminar todo pluralismo teológico y pastoral, prohibiendo la venta de libros que no se centraran en una visión tradicional de la fe.
4- No se ha llevado a cabo un formación en las comunidades parroquiales y grupos eclesiales, y cuando se ha realizado, se ha centrado en una profundización espiritual más que en un diálogo con una sociedad que está en plena evolución.
5- Han presentado una moral cristiana centrada en normas morales en vez de buscar la plenitud humana centrada en el amor y el compromiso
6- Ha desaparecido el sentido evangelizador de la fe y se han centrado sobre todo en los sacramentos.
Todo esto unido a la vinculación que existía en la época de la dictadura a un régimen que negaba las libertades del pueblo y que negó su apoyo a los sectores de la Iglesia que trataban de rebelarse, tiene mucho que ver con la imagen que tiene la sociedad actual sobre la Iglesia. Puede que esto ocurriera hace mucho tiempo pero desde entonces la Iglesia no ha asumido el reto de la evangelización y esto hace que hoy en día la práctica religiosa esté decayendo en España en los distintos sacramentos y que la valoración que la sociedad hace de la Iglesia sea mala.

Este reto pastoral que tiene la Iglesia está muy bien descrito en una ponencia que tuvo el P. Fructuoso Antolín en el Consejo Pastoral Diocesano del 11-12-2010 y que más tarde adaptó para la cofradía de Afligidos. En ella el hablaba de cinco retos:
1- La experiencia cristiana de Dios.
El hombre de hoy siente una insatisfacción vital que le lleva a la búsqueda de lo transcendente que les lleve a la plenitud, sólo posible a través de su experiencia de Dios.
2- La opción por los pobres
En estos tiempos de crisis la mejor forma de hacer presente a Jesucristo en este mundo es volcarse con los más pobres de nuestra sociedad como hizo Él en su tiempo.
3- Participación, comunicación, diálogo
Los cristianos queremos ser no sólo oídos y manos sino también palabra en la Iglesia y tener las propias convicciones de fe y de compromiso. Pero para eso hace falta dialogar en vez de criticar, trabajar en equipo en vez de imponer criterios, y formación, para formarse un criterio propio.
4-Una pastoral diversificada
Hoy en día se dan diversas situaciones de fe en la sociedad y la Iglesia tiene que asumir el reto de darles respuesta partiendo de sus distintas situaciones y motivaciones, sobre todo a los que han estado alejados de la fe por una experiencia decepcionante en la Iglesia, acogiéndolos, haciéndoles un seguimiento y acompañándolos en este camino de fe, curando sus heridas.
5-Dar respuesta a las distintas formas de increencia
La Iglesia tiene que hacer frente a la ausencia de Dios que hay en esta sociedad que no siempre se da en los "ateos", que niegan la existencia de Dios, sino también en los que no niegan a Dios pero no lo tienen en la práctica de los valores en su vida diaria; los creyentes que no buscan a Dios porque creen que ya lo han encontrado; los que sienten indiferencia religiosa y no les importa mucho si Dios existe o no y por último, la idolatría de nuestra sociedad, que sustituye a Dios por el dinero, el poder y el prestigio y es esto precisamente lo que oculta la presencia de Dios hoy en día en vez de mostrarlo al mundo.
Yo estoy de acuerdo con la opinión del Profesor de teología y con el P. Fructuoso Antolín, pero es una pena que muchas veces las buenas ideas se queden en un papel y no se materialicen en soluciones concretas. Por eso creo que toda la Iglesia deberíamos de poner un poco de nuestra parte para recuperar muchas de las cosas de la Iglesia que Cristo fundó y que se han ido perdiendo con el paso del tiempo, cada uno desde su posición:
Los laicos, creyentes pero alejados, deberían criticar menos a la Iglesia y buscar la satisfacción personal no sólo en las cosas materiales sino también en lo trascendental y reconocer abiertamente sus creencias sin miedo al qué dirán.
Los laicos comprometidos, no conformarse con haber encontrado a Dios y no buscar protagonismo en la Iglesia, aceptando ideas diferentes a las suyas, y siendo coherentes con su vida.
Los sacerdotes, dando más importancia al acercamiento a la sociedad a través del diálogo y la formación que a los sacramentos.
La Jerarquía, preocupándose más por los pobres, estando abiertos a nuevas ideas, abriéndose más a la sociedad y centrándose más en el amor y el compromiso que en las normas morales y los sacramentos.
Estamos inmersos en una sociedad que se está dando cuenta de que no vale la pena buscar la felicidad sólo en lo material, porque cuando esto falla nos sentimos "indignados". Quizá sea este momento de crisis una oportunidad para ese acercamiento entre la Iglesia y una sociedad insatisfecha y con necesidad de esperanza y fe en Dios.

martes, 21 de junio de 2011

Cambios en la Iglesia

El otro día escuché un anuncio en la radio pidiendo que se marcara la casilla en la Declaración de de la renta a favor de la Iglesia y esto me hizo pensar que Iglesia a veces se dirige a la gente alejada para pedir dinero y para que asistan a actos nada atractivos para la sociedad actual. Contribuiría más a mejorar su imagen que también se dirigieran a la sociedad para ofrecer más ayuda económica, y también la esperanza del mensaje de Jesús y hacerlo de forma atractiva. Pero para eso tendrían que cambiar muchas cosas. La situación actual de la Iglesia es difícil porque se tendrían que dar una serie de circunstancias para que todo cambiara.

La Iglesia pide que la gente se comprometa. La cuestión es si la idea es que colaboren con los están actualmente en las comunidades o cofradías o que les dejen participar dejando que cada uno desarrolle su creatividad y que se sientan necesarios, que es la principal motivación para comprometerse. De todas formas como he dicho antes hay muchos obstáculos que impiden que la situación cambie.

Para empezar hace falta el milagro: que la persona sienta la llamada a seguir a Jesús. Pero esa llamada la puede sentir sobre todo a través de la oración, la eucaristía, la formación, etc. y estamos hablando de gente alejada, por lo que es poco probable. Por eso habría que hacer el llamamiento de forma atractiva. En caso de que la persona acudiera a la Eucaristía es muy importante la actitud del sacerdote, laicos de la comunidad o cofradía, para que sintiera esa llamada, y para que esa persona se sintiera con libertad para poder llevar adelante su vocación de cristiano comprometido. Una actitud autoritaria sería lo contrario de una actitud acogedora. También habría otros inconvenientes como la imagen que tiene la gente de la Iglesia, tanto de la Jerarquía como de los laicos comprometidos, aunque no siempre se corresponde con la realidad. La Jerarquía da una imagen retrógrada y autoritaria; y los laicos comprometidos dan imagen de arrogancia y de incoherencia entre sus prácticas religiosas y su vida personal.

Quizá a través de la formación se pudiera aclarar a la gente las posturas más retrógradas, pero parece un tema tabú dentro de la Iglesia poner en entredicho algunas posturas conservadoras, además de que los sacerdotes tienen voto de obediencia y tienen que defenderlas aunque no estén de acuerdo con algunas de ellas.

De todas formas, no todo está perdido, a través del diálogo, de sacerdotes que abran las puertas en vez de cerrarlas, de laicos alejados abiertos a sentir esa llamada, sin miedo a cruzar la puerta, de laicos comprometidos que se vuelquen más a ayudar económicamente a la gente necesitada, además de cuidar la parte espiritual y de una Jerarquía que avance con los tiempos y una Iglesia, en general, que sepa llevar esa imagen de cambio a la sociedad, se puede conseguir que la Iglesia se integre en la sociedad y cada vez haya más gente que participe en ella.

De todas formas, la idea no es llenar la Iglesia de gente, sino abrirles las puertas a los que quieran entrar pero no lo hacen porque hay muchas actitudes que les hacen mantenerse alejados.

sábado, 28 de mayo de 2011

La Iglesia y las Hermandades

Ahora que estamos en plena romería del Rocío vemos la gran cantidad de gente que siente devoción por la Virgen. Las Hermandades ya sean de pasión o de gloria, como esta hermandad del Rocío, atraen la fe de mucha gente. Para muchas personas las cofradías son su única vinculación con la Iglesia y por lo tanto, tienen un papel fundamental dentro de ésta.

De todas formas son un sector controvertido, que cuenta con gente a favor y en contra y seguramente tanto unos como otros tengan parte de razón.

Las Hermandades tienen en general buena aceptación en la sociedad porque utilizan una Imagen como instrumento para evangelizar y tiene la ventaja frente a las palabras, que utiliza un lenguaje universal para todas las edades, clases sociales y niveles culturales. También es una asociación que se acerca a la sociedad porque lleva esa catequesis a todo el mundo pasando por sus calles. Además lo hace de una forma atractiva por la belleza de las distintas obras artísticas, lo que hace posible que tanto creyentes como no creyentes se acerquen a ver las distintas procesiones, y que lo hagan cada año, porque, como cualquier obra de arte, transmite sensaciones diferentes cada vez que las vemos, y eso hace que no nos cansemos nunca de verlas. También hay algo que atrae a la gente a participar más activamente en una cofradía y es la autonomía que tiene, ya que cuenta con sus propias normas internas, como son los Estatutos, y la organización de los cultos y las salidas procesionales, y es lógico, porque la gente se implica más cuando se siente protagonista a la hora de vivir su fe.

Por otra parte, esta autonomía hace que haya sectores en la Iglesia que no vean con buenos ojos a los cofrades. Por un lado, porque no se integran en las parroquias a las que pertenecen y no reconocen la autoridad de la Iglesia, y por otro, porque se centran demasiado en cuestiones materiales de la cofradía y descuidan un poco su faceta espiritual.

También hay otros sectores que no están vinculados a la Iglesia y tampoco entienden a los cofrades por su falta de coherencia entre su vida y sus creencias. Son gente que creen en Dios pero van por libre y piensan que la verdadera fe en Dios no tiene nada que ver con las manifestaciones externas de la fe.

La realidad es que a muchos devotos y hermanos y a la sociedad en general nadie les ha sabido transmitir la fe en el mensaje de Jesús, por eso su actitud no es la ideal desde el punto de vista de la fe. Yo creo que la Iglesia, sacerdotes y laicos, tienen la responsabilidad de aprovechar la fe en Jesús de tanta gente para evangelizarles transmitiéndoles el atractivo mensaje que nos dejó Jesús.

Pero para conseguir esto la actitud de la Iglesia podría ser tan acogedora y abierta como las Imágenes sagradas que procesionan por las calles: utilizar un lenguaje universal comprensible para todas las edades y sectores sociales; salir a buscar a la gente (creyentes y no creyentes) a la calle y no esperar que acudan a los templos, hacerlo de forma atractiva, y buscando la convivencia de los sacerdotes con los laicos como uno más, dando autonomía y protagonismo a las iniciativas y no excluyendo a nadie. Al fin y al cabo esto no es más que lo que hizo Jesucristo en su paso por este mundo y sigue haciéndolo cada año en Semana Santa.

lunes, 25 de abril de 2011

Creer en la Iglesia

Últimamente estoy oyendo críticas acerca de la Iglesia, bueno, mejor dicho, de la Jerarquía eclesiástica, desde varios sectores: ateos, cofrades, cristianos practicantes y hasta cristianos comprometidos.

Entre las críticas hay quien piensa que muchos sacerdotes tienen una mentalidad anterior al Concilio Vaticano II, en el sentido de que la Iglesia sigue siendo la Jerarquía, debido a su avanzada edad o a la formación eclesiástica que han recibido, en vez de pensar como se dijo después que la Iglesia somos todos y también se critica que no avance con los tiempos e intente mantenerse firme ante el espíritu materialista y laicista que hay en la sociedad para no dejarse influenciar por él.

También en el otro lado hay muchos alejados de la Iglesia que viven en el pasado y que aprovechan la difusión de las redes sociales para sacar todo el rencor de los tiempos pasados en los que la Iglesia estaba aliada con el poder.

Yo creo que tanto los sacerdotes como los cristianos que los critican deberían hacer un esfuerzo por acercar posturas. Los que critican, hablando abiertamente con los sacerdotes con un espíritu constructivo de colaboración y los sacerdotes dando el paso de acercarse y explicar sus posturas cuando vean rechazo por parte de la sociedad.

El pasado sábado el Papa tuvo la iniciativa de aparecer en la RAI, respondiendo a siete preguntas formuladas por personas de todo el mundo. Esta iniciativa me parece muy buena si de verdad se hubieran elegido preguntas de personas que se cuestionan las decisiones de la Jerarquía eclesiastica, pero no fue así. Varias personas de todo el mundo preguntaban al Papa por el sentido del sufrimiento del mundo, y otras preguntas estaban relacionadas con la Pasión de Jesucristo. Pero seguro que dejaron en el tintero muchas otras preguntas más conflictivas. Es como si los Pastores de la Iglesia tuvieran miedo de que los "lobos" de la sociedad alejada de la Iglesia pudieran hacer daño a la Institución de la Iglesia y se preocuparan más bien de protegerla dando una buena imagen que de dejarles entrar y dialogar con ellos. Y con eso sólo consiguen que la sociedad los vea como eso: guardianes severos que no aceptan críticas de la sociedad.

El otro día dijo el P. Jesús García Cornejo que la Iglesia es pura y limpia, que somos los que la formamos los que la ensuciamos con nuestros comportamientos. Y esto me hizo cuestionarme qué es en realidad lo que llamamos Iglesia. Yo creo que la Iglesia la formamos todos los que creen en Jesucristo y quieren continuar su misión, aunque muchos no se consideren Iglesia y todos cometemos errores, los dirigentes y los laicos.

Como ocurre en un colegio, en la Iglesia tiene que haber una Jerarquía para que haya un mejor funcionamiento. En un colegio está el Director, los profesores y los alumnos. En la Iglesia está el Papa, los sacerdotes y los laicos. Los alumnos de un colegio tienen el derecho y la obligación de ir a clase aunque no estén de acuerdo con algunos aspectos del sistema educativo o con la decisión de algún profesor o del director; para eso hay otras soluciones, incluso cambiar de colegio, pero nunca quedarse sin escolarizar. Todos los alumnos forman parte de la comunidad educativa. En la Iglesia pasa igual. Por eso nadie debe pensar que él no es Iglesia y dejar de acudir a ella. La Iglesia también eres tú que estás leyendo este artículo y te molesta cuando sientes que alguno de sus miembros no está haciendo bien las cosas. Por eso no debes criticarla porque criticarías a algo a lo que tú perteneces.

En estos día celebramos la Pascua de Resurrección, que es una gran fiesta para los cristianos, y no creo que un padre pueda estar feliz cuando muchos de sus hijos falten a esa fiesta. Tampoco entiendo que muchos que manifiestan públicamente en Semana Santa su fe en Cristo no se sientan cristianos que siguen a Cristo no sólo en el sentido físico de ir detrás de Él en una procesión sino en el de continuar con la Iglesia que Él fundó. Por eso no te quedes al borde del camino, viendo cómo ella pasa por delante de ti porque es Jesucristo quien te pide a ti que vayas detrás de Él y te va a pedir cuentas a ti de por qué no le seguiste.

Que la Pascua de Resurrección sirva para que entre todos hagamos un esfuerzo porque haya más unidad dentro de la Iglesia y nadie se sienta excluido.

viernes, 22 de abril de 2011

Semana Santa todo el año

Ya ha terminado la Semana Santa y para mucha gente se acaban gran parte de sus vivencias religiosas. Ahora toca esperar otro año para volver a sentir y a manifestar públicamente nuestra fe en Cristo. Aunque este año ni siquiera eso, porque hay muchas cofradías que no han podido procesionar por las calles por culpa del mal tiempo. Pero no tenemos por qué estar tristes.

Somos cristianos y cofrades todo el año, no sólo en Semana Santa donde nos gusta alardear de nuestra condición de cofrades. En la Pasión de Cristo se nos relata cómo Pedro negó a Jesús tres veces. Nosotros también lo hacemos cada vez que sentimos vergüenza o miedo al qué dirán a la hora de expresar abiertamente nuestra fe como cristianos.

Muchas veces parece que cuando pasa la Semana Santa se viene un poco abajo la fe y la ilusión de estos días. Y es que vivimos la fe como un sentimiento nuestro hacia Dios y no nos damos cuenta del gran amor que Dios nos tiene siempre.

El otro día decía el P. Jesús García Cornejo que el gran error de Judas fue que no se dio cuenta de lo mucho que Jesús le quería. Jesús lo eligió como apóstol para que extendiera su mensaje por el mundo. Pero él prefirió obtener un beneficio económico a cambio de entregarle y cuando se dio cuenta de su error ya era demasiado tarde. Nosotros también, como Judas, tenemos que ser conscientes del amor que Dios nos tiene y anteponer el proyecto de vida que tiene para nosotros por encima de nuestros intereses materiales.

Hay otro personaje en la Semana Santa que suele pasar desapercibido: el Cirineo. Representa la actitud que todos deberíamos tomar ante el inmenso sacrificio que Cristo hizo por nosotros, que aceptó todo el sufrimiento de la Cruz para llevar el plan de Dios de extender su mensaje por todo el mundo para que pudiéramos vivir con más plenitud en esta vida y tener vida eterna. El Cirineo le ayudó y así nosotros también tenemos que ayudarle a llevar su mensaje de amor y perdón por este mundo porque Él también nos necesita.

Para muchos la Semana Santa es una época de experimentar el encuentro con Jesús que tanto necesitamos en nuestras vidas. Pero no nos damos cuenta de que no sólo se hace presente una vez al año a través de las distintas imágenes en la Semana Santa. Jesús nos dijo que se quedaría con nosotros en la Eucaristía. Así que ¿por qué esperar un año cuando podemos experimentar el encuentro con Jesús cada semana?


La Pasión de Cristo

En esta época de Semana Santa recordamos la Pasión, muerte y Resurrección de Cristo, y a través de las procesiones que recorren nuestras calles, las distintas Cofradías realizan una catequesis plástica sacando las imágenes de sus titulares a la calle para que todos recordemos lo que Jesús hizo por nosotros al morir en la cruz.

Cristo aceptó los planes de Dios de sufrir hasta el extremo porque sabía que era la única forma de que todos creyéramos en Él y podiéramos salvarnos. En los distintos pasos que procesionan vemos las imágenes de Cristo y María sufriendo y en sus rostros se refleja el dolor, la preocupación, la amargura, la desesperación, el abatimiento, la impotencia, el miedo, etc. y en ellos vemos muchas de nuestras experiencias en la vida. Por medio del sufrimiento de Jesús, Dios ha querido acercarse a nuestro sufrimiento. Ya Dios no es un Dios lejano; a través de su Hijo ha experimentado nuestro dolor y nos muestra el camino que tenemos que seguir cuando experimentemos estas sensaciones de dolor que vivimos con la cruz que tenemos cada día.

Jesús es el camino. Por eso cada vez que nos sintamos mal sólo tenemos que pensar en el testimonio que nos dejó: Él sufrió la muerte más dura y su madre el dolor más grande para una mujer: perder a su hijo. Los apóstoles, como nosotros muchas veces, pensaron que había fracasado y no comprendían la razón de tanto sufrimiento injusto. Sin embargo, con su Resurrección nos demostró que el sufrimiento nunca es en vano. Somos hijos de Dios y Él tiene un plan para cada uno de nosotros y al igual que pasó con la Resurrección de Cristo todo lo que nos pase es para nuestro bien aunque no lo entendamos, por eso tenemos que confiar en Dios.

Cristo antes de morir le dijo a Juan: "Ahí tienes a tu madre" y con él nos la dejó a todos nosotros. Por eso cuando vemos a la Virgen llorando y sufriendo en sus distintas advocaciones no sólo recordamos que llora por la muerte de su hijo sino por cada uno de nosotros y, como madre nuestra, está preocupada por nuestros problemas y porque seamos capaces de seguir el camino que Cristo nos marcó a través de su pasión, muerte y resurrección.

lunes, 4 de abril de 2011

Cómo cambiar nuestra vida para ser feliz

En estos tiempos que corren vivimos situaciones difíciles en las que hay gente sin empleo que vive situaciones insostenibles. A cada paso que uno da escucha a los comerciantes quejándose de que cada vez ganan menos dinero porque venden menos, a la gente a la que los bancos están empezando a quitarles sus casas porque no pueden pagar la hipoteca y, en general, parece que todo el mundo está más crispado y más amargado al ver reducidas sus posibilidades económicas.


Es muy difícil en estos momentos sentirse positivo y ver la vida con optimismo y es normal venirse abajo. Pero, sin embargo, es muy importante tener esperanza para poder mejorar nuestra situación y tener la actitud necesaria para afrontar lo que nos esté pasando. Muchas veces damos por hecho que esa situación que nos preocupa nunca va a cambiar y que no tiene solución porque hemos intentado que cambie y no lo hemos conseguido. Entonces simplemente queremos salir del problema a costa de lo que sea en vez de afrontarlo. Lo peor es que al perder la esperanza vamos contagiando nuestra preocupación, nuestro mal humor, nuestro cansancio... a las personas que nos rodean y sólo conseguimos tener un problema añadido: que se quejen de nuestra actitud y que se cree mal ambiente a nuestro alrededor.


Si queremos ser más felices tenemos que romper ese círculo y reconocer, en primer lugar, que tenemos un problema para afrontar lo que nos preocupa o nos amarga. Luego tenemos que contarle lo que nos pasa a alguien para desahogarnos y sacarlo de dentro. Nuestra felicidad no es algo aislado; está relacionada con la gente que nos rodea. Por eso tenemos que crear un ambiente positivo a nuestro alrededor. Cuando hayamos creado una actitud positiva dentro de nosostros seremos capaces de seguir unas pautas de comportamiento que pondremos en marcha cada vez que nos enfrentemos a esa situación.


Pero todo esto no se puede llevar a cabo sin la esperanza en que todo puede cambiar, siempre que seamos capaces de superar la debilidad, que nos hace creernos incapaces de afrontar las situaciones difíciles. No pasa nada por sentirnos débiles. Pero no debemos olvidar que no estamos solos. Tenemos con nosotros la presencia de Dios. Precisamente en esos momentos en los que parece que todo está perdido es cuando más cerca de nosotros está porque es cuando más lo buscamos. Cuando todo pasa es cuando te das cuenta de que Él no nos quiere ver hundidos sino felices y para eso tenemos que tocar fondo, y tomar nuestra cruz de cada día para resurgir con más fuerza.


Hay momentos en los que nos llenamos de luz, de sensaciones positivas, de felicidad, en los que sentimos la presencia de Dios dentro de nosostros. ¡Pero qué difícil es sentirlo a veces! Esa alegría y esa paz podemos sentirla siempre que queramos. Sólo hay que acercarse a Él con la necesidad y el deseo de sentir esa fuerza. Y lo podemos sentir de muchas maneras: a través de la comunión, sintiendo a Cristo dentro de nosotros, a través de la figura de un sacerdote al contagiarnos su optimismo y entusiasmo por Dios. También podemos sentir esa presencia dentro de nosotros cada vez que queramos sin necesidad de ir a misa, pero es la forma más tangible y cercana de relacionarnos con Dios que tenemos a nuestro alcance (a mí es la que mejor me funciona), aunque también podemos sentir a Dios hablando con Él siempre que lo necesitemos y pedirle que podamos sentir su presencia, también leyendo algún versículo de la Biblia o admirando una imagen escultórica de alguna hermandad, dejando que Él nos hable con su palabra o su imagen. Pero es importante saber que hay más personas que también sienten esa alegría que transforma la vida y que todos los que buscamos a Dios estamos unidos por ese sentimiento de entusiasmo y optimismo.


Muchas veces estamos ciegos y tenemos a Dios más cerca de lo que creemos pero las prisas y las preocupaciones no nos dejan verlo. Por eso tenemos que hacer una silencio interior y buscarlo con fe para llenarnos de esa fuerza que nos da la presencia de Dios y contagiarla a los que tenemos al lado y tomar nuestra cruz de cada día y transformarla en amor. El otro día observando la postura de las manos del Nazareno de Cádiz vi que no sólo llevaba la cruz, sino que la abrazaba con las dos manos con una actitud amorosa, transformando en amor por toda la humanidad el sufrimiento de su cruz. Así que sigamos su ejemplo y transformemos el sufrimiento que hay a nuestro alrededor y el nuestro propio en amor como hizo Él.




sábado, 19 de marzo de 2011

Solucionar los problemas de cada día

Muchas veces sentimos que algo va mal en nuestra vida, que no acabamos de controlar las situaciones que nos rodean y lo peor es que no sabemos cómo hacerlo. Sentimos ansiedad, estrés, frustración, amargura y ganas de evadirnos para tratar de aliviar las circunstancias que nos agobian o nos preocupan. Otras veces nos hacemos los fuertes y queremos tirar para delante porque no nos queda otro remedio pero en realidad no lo conseguimos y no sabemos muy bien por qué.
Lo primero es reconocer que tenemos un problema, aunque esto provoca aún más estrés y luego sobre todo pedir ayuda a los que nos rodean aunque éstos muchas veces están en el mismo círculo de nuestro problema y, o bien, no queremos agobiarles o simplemente no pueden ayudarnos.
Hay quien se obsesiona con algo para hacer la vida más llevadera, pero tampoco es solución porque al final terminamos más estresados al tener nuestra atención distraída en otra cosa y además al ser una obsesión crea ansiedad al hacerlo y más aún cuando no se puede hacer. Lo peor es que no lo vemos como una obsesión sino como la salvación para poder soportar el día a día, por lo que por mucho que nos digan no lo vamos a reconocer. Por desgracia, es sólo cuando llegamos a una situación límite cuando nos damos realmente cuenta de las consecuencias negativas de lo que estamos haciendo y es entonces cuando podemos afrontar lo que nos pasa, dejar a un lado lo que nos obsesiona y reconocer que no podemos solos y necesitamos ayuda. Muchas veces juzgamos a los demás por la actitud que tienen hacia nosotros cuando los vemos distraídos, estresados, obsesionados, etc. y creemos que no nos prestan atención y no les importamos pero muy pocas veces nos ponemos en su lugar e intentamos averiguar qué les pasa realmente para que estén así.
Todos tenemos que cargar con la cruz de cada día pero si queremos ser realmente felices no debemos hacerlo a cualquier precio, sino parándonos en seco y viendo cuál es el camino y cómo podemos conseguirlo, aunque a veces sea necesario que tropecemos y nos caigamos de boca para aprender.
Ahora estamos en Cuaresma, un tiempo de renovación y de cambio. Pidámosle a Dios que nos muestre el camino para que todos empecemos de cero en nuestra vida cambiando lo que no nos gusta y podamos ser realmente felices.


lunes, 7 de marzo de 2011

Una experiencia eucarística

Hace una semana fui a misa a una Iglesia distinta de la que suelo ir y viví la Eucaristía de una manera diferente.

Al entrar me llamó la atención que, aunque estaba llena, eran casi todos personas de avanzada edad excepto unos cuantos niños que estaban en la primera fila. Pero esto no es raro de encontrar en muchas iglesias hoy en día. Todo el mundo tenía una actitud seria manteniendo la compostura en todo momento antes de empezar la misa, lo que unido a la amplitud de la iglesia hacía que se respirara un aire de frialdad en el ambiente.

Cuando empezó la misa la gente empezó a cantar el canto de entrada de una hojilla con canciones muy antiguas, aunque lo peor no es que fueran antiguas sino la forma en la que eran cantadas, con una cadencia lenta y pesada, que hacía que parecieran más antiguas todavía.

El resto de la misa no estuvo mal, el sacerdote fue sencillo y cercano en la homilía aunque el Credo recitado por todos como un papagayo contribuía a la sensación de que estuviéramos allí para cumplir una obligación. Lo mejor eran los monaguillos, un niño y una niña, que ayudaban en la misa por primera vez, y que se les veía en la carita la inocencia y la ilusión por lo que estaban haciendo.

Respecto a los cantos y al ambiente, tal vez alguien pueda pensar que en una Eucaristía las canciones o la gente son lo de menos y puede que tengan razón. Pero no cabe duda de que te pueden influir y hacer que te sientas más o menos cómodo. Alguna persona mayor podría pensar: "En mis tiempos no había coros parroquiales y yo iba a misa todos los domingos cuando era joven". La Eucaristía es un encuentro con Dios pero también es un encuentro en comunidad y si no hay fraternidad entre la gente es una comunidad muerta. Es como visitar a un amigo y hacerlo en un ambiente en el que no estamos cómodos. No lo vives con la misma intensidad. Prefieres ir a verlo cuando esté solo, como hace mucha gente que vive su fe aisladamente, aunque lo ideal sería ir a verlo rodeado de gente en un ambiente en el que te sientas más cómodo, y sobre todo no ir a verlo porque te han obligado, porque entonces irás de mala gana.

No sé qué sentiría un joven al acudir allí a misa. Yo sólo cuento mi experiencia, pero la verdad es que no es atrayente para los jóvenes en absoluto empezando por el horario (las 11.00 de la mañana). No es culpa de nadie, simplemente la mayoría de los que van a misa son ancianos y adaptan la misa a su forma de ser. Sólo los jóvenes podrían cambiarlo, pero si alguno ha ido se puede haber sentido fuera de lugar. Es un círculo vicioso, que por desgracia se repite en muchas de iglesias. Pero, ¿qué pasará cuando vayan desapareciendo esas generaciones de personas mayores que tenían esa tradición de ir a la misa dominical?



sábado, 19 de febrero de 2011

"Hermano mayor"

Ha empezado una nueva temporada de "Hermano Mayor" en Cuatro; un programa que sucede a la Supernanny y que trata también de modificar la conducta de la gente con la ayuda de un agente externo: el conductor del programa, un campeón de natación que tuvo problemas con las drogas en su adolescencia y que superó más tarde. Él trata de ayudar a jóvenes con problemas de conducta y lo consigue en un 70% de los casos.
En dos de los programas que ya se han emitido aparecieron dos jóvenes muy agresivos que maltratan a sus padres física y psicológicamente. Es estremecedor el testimonio de los padres desesperados que acuden al programa porque ya no saben que hacer con sus hijos y por otro lado el ensañamiento con que sus hijos les insultan e incluso les pegan delante de las cámaras. El “Hermano mayor” empieza su tarea poniéndoles unos límites que no pueden sobrepasar si no quieren tener una consecuencia negativa, luego les hace vivir experiencias que les hagan meterse en la piel de sus padres, les pone en contacto con una psicóloga, que les aconseja qué deben hacer para cambiar de actitud, luego les cuenta su propia experiencia como joven conflictivo y finalmente les toca la fibra sensible haciéndoles recordar cómo era su relación con su madre/padre antes de tener enfrentamientos con él. Es increíble cómo al final consigue que se abracen a sus padres llorando con el propósito de cambiar su actitud.
Está claro que hay algo que está fallando con estos jóvenes. Lo peor es que no se trata de casos aislados y que cada vez hay más agresividad en este colectivo por no hablar de los casos extremos de asesinato como en el caso de Marta del Castillo en el que los presuntos asesinos aparecen ante las cámaras casi como ídolos para algunos jóvenes sin mostrar el más mínimo remordimiento por lo que han hecho.
La violencia nunca está justificada y debe tener un castigo, pero sería más productivo evitar llegar a estos extremos y analizar el motivo de su agresividad. En muchos casos de violencia hay un factor común que es la falta de límites por parte de sus padres. Otras veces es la incapacidad de hacer frente a la frustración motivada muchas veces por la actitud de unos padres protectores que le han dado a sus hijos todo lo que han querido incluso antes de ellos lo pidan. En el programa aparecía un chaval que había caído en las drogas a raíz de que su novia lo abandonara por otro. Decía que mientras estaba “colocado” se sentía bien y luego volvía a sentirse deprimido y amargado, por eso necesitaba volver a drogarse. Había otra chica que sufrió malos tratos de pequeña, incluso tenía quemaduras provocadas por su padre y que fue adoptada por una familia con la que también estaba teniendo problemas. Además en la adolescencia cambió de sexo y su madre adoptiva no la aceptaba, y cuando empezó a ser agresiva llegó a decirle que se arrepentía de haberla adoptado. Su padre siempre estaba ausente. Ella calmaba su frustración teniendo relaciones sexuales con otras chicas de forma compulsiva.
Cuando uno ve el programa le parece increíble cómo puede haber tanta agresividad y odio hacia sus propios padres. Pero conforme avanza el programa se van viendo las razones de su agresividad. En el fondo hay un profundo dolor que no saben afrontar y cuando llegan a su casa esperan que sus padres les escuchen, les comprendan, les apoyen y les orienten sobre cómo afrontar los problemas en la vida. Cuando ven que sus padres no sólo no les escuchan sino que les quieren quitar su modo de evasión, aumenta la rabia que sienten hacia sus padres y hacia sí mismos porque no están orgullosos de lo que hacen. Es verdad que los jóvenes no suelen hablar de sus cosas, por eso es importante crear un clima de confianza desde que son pequeños.
Es una pena que haya tantos jóvenes como éstos que no tengan algo a lo que agarrarse a la vida para poder superar las dificultades, sobre todo en estos tiempos en los que los padres trabajan los dos y notan esta ausencia de cariño y además hay pocas expectativas laborales y van perdiendo la esperanza en el futuro. Ojalá buscaran a Dios dentro de su corazón para poder encontrar la fuerza que necesitan y los recursos que aún no tienen por su falta de experiencia para sentirse seguros de sí mismos y sentir el optimismo y la esperanza necesarios para hacer frente a los problemas.

domingo, 13 de febrero de 2011

La Misión

El domingo vi en la televisión la película de la Misión y había dos o tres escenas que me hicieron reflexionar. En la película el padre Gabriel funda la misión de San Carlos en la que da refugio a los indígenas evitando que sean presa de los mercaderes de esclavos y los evangeliza pacíficamente. Más adelante se le une Rodrigo Mendoza, tratante de esclavos que acaba convirtiéndose en jesuita y ayudándole en la misión. Pero esta misión choca con los intereses de los mercaderes de esclavos que intentan boicotearla recurriendo a las autoridades eclesiásticas para que los eche de allí. Finalmente acude allí un alto cargo eclesiástico y les pide que abandonen la misión con la excusa de que ha llegado a sus oídos que los jesuitas allí tienen demasiado poder. Los portugueses que estaban colonizando a ese poblado de indígenas presionan al representante de la Iglesia para que obligue a los jesuitas a dejar de darle protección a los indígenas. Éste, tras una dura decisión porque sabía que la misión era una buena obra, acaba sucumbiendo a las presiones de los portugueses porque no podía romper los intereses institucionales que tenía con ellos.
Hay una escena en la que le dice a los indígenas que deben marcharse porque se lo ha dicho el Espíritu Santo y el jefe de los indígenas le pregunta que cómo lo sabe. Finalmente le dice a los jesuitas que si no abandonan la misión quedan excomulgados y ellos deciden quedarse con los indígenas.
En otra escena Rodrigo de Mendoza le pide al padre Gabriel que desea revocar su voto de obediencia y decide luchar contra los portugueses para defender los intereses de los indígenas. El padre Gabriel le dice que él no luchará porque no es coherente con la doctrina que le han enseñado a los indígenas de que Dios es amor.
Al final los dos mueren defendiendo a los indígenas, uno pacíficamente y el otro luchando.
Sería interesante ver cómo reaccionaríamos nosotros si nos viéramos en esta situación. Cuando algún miembro de la autoridad eclesiástica dicta una orden sin ninguna razón y de forma incomprensible uno se pregunta como el jefe de los indígenas: ¿cómo sabes que tu decisión la dicta el Espíritu Santo?
La actitud de Rodrigo de Mendoza cuando decide luchar contra los portugueses tal vez no sea la más correcta, pero al fin y al cabo luchó hasta el final por defender la misión que Dios les había encomendado. Pero lo que sí es cierto es que los dos estaban excomulgados cuando llevaron a cabo su lucha contra los portugueses y lo hicieron por libre a pesar suya. Al final el representante eclesiástico se arrepiente de lo que hizo, pero te queda un mal sabor de boca después de la matanza que se llevó a cabo y de que la historia acabe mal.
Muchas veces en la vida real pasan historias parecidas y sientes inevitablemente desconfianza hacia esa autoridad mal entendida de la Iglesia que te hace cuestionarte hasta tu fe o al menos a recibir los sacramentos de manos de los sacerdotes.
En mi último artículo yo decía que debemos fijarnos más en lo que nos acerca a "la Iglesia" que en lo que nos separa de ella y que deberíamos trabajar por cambiar las cosas teniendo como eje de nuestra vida a Cristo. La cuestión es si hacerlo por libre como el padre Gabriel y Rodrigo o perteneciendo a la Iglesia Institución. Muchas veces sentimos desconfianza hacia esa institución y dolor como en la película, en la que la Institución eclesiástica no dio la cara por ellos ante los portugueses y a la que ellos a su vez no pudieron defender frente al mundo porque no estaban de acuerdo con sus decisiones. Pero lo que sí es verdad es que, como en la película, todos tenemos una misión y hay mucha gente necesitada. Si los jesuitas se hubieran apartado de la Iglesia y hubieran abandonado la misión los indígenas hubieran muerto sintiéndose desamparados, pero murieron con la esperanza en Cristo al que el padre Gabriel llevaba en una Custodia formando una procesión en el momento de morir. Así que luchemos como los protagonistas de la película por llevar la esperanza que Jesucristo nos dejó a nosotros como seguidores suyos y miembros de la Iglesia.

viernes, 28 de enero de 2011

Nos fijamos más en lo que nos separa que en lo que nos une

El otro día en misa el sacerdote, citando a Juan XXIII, decía estas palabras: "Nos fijamos más en lo que nos separa que en lo que nos une", en relación a la Oración comunitaria por la unidad que se celebró el pasado martes allí en la Parroquia de San Lorenzo. Habló de la unidad entre las distintas religiones y las divisiones y enfrentamientos entre los cristianos.
Sería bonito que todas las religiones acercaran posturas y se unieran, pero en realidad todas creen en Dios y si se respetan, van en la misma dirección: "El que no va contra mí está conmigo". Lo que es peor es que haya divisiones entre los mismos cristianos. Muchas veces es verdad que nos fijamos más en lo que nos separa, ya sea en las comunidades cristianas como en las cofradías, donde unos quieren sobresalir sobre los otros y nos mueve el orgullo y el ansia de poder más que el amor a Cristo. Otras veces, los cristianos que dicen no creer en "la Iglesia" también se fijan más en lo que les separa de "la Iglesia" que en lo que les une a ella. Yo también desde este Blog reconozco que me he fijado más en las ideas y actitudes de la Jerarquía con las que no estoy de acuerdo, que en las creencias que también comparto. Y aunque lo he hecho con la intención de mejorar las cosas, es verdad que se consigue más cuando todo el mundo rema en la misma dirección que si nos ponemos a discutir en qué dirección se debe remar.
Así que, aunque tengamos diferencias con algunas normas o actitudes de la Jerarquía, o bien con otros miembros de nuestra comunidad parroquial o cofradía, lo que está claro es que todos los que se consideran cristianos deben tener como centro de su vida a Cristo. No debemos perder el tiempo en discusiones inútiles cuando hay tanto por hacer. Tenemos que luchar para que su mensaje se extienda por el mundo y su muerte así no haya sido en vano.

lunes, 17 de enero de 2011

Combate la crisis con optimismo

Muchas veces caemos en la tentación de dejarnos llevar por el pesimismo porque hay cosas que nos preocupan o nos agobian, sobre todo en estos momentos en los que la economía de todo el mundo se resiente más o menos. Pensamos que nuestra realidad de cada día no nos gusta y nos negamos a vivirla con optimismo. Nos dejamos llevar por la rutina y tratamos de evadirnos de ella en cuanto podemos, pero esto no nos hace realmente felices. Tras evadirnos volvemos a sentirnos amargados. Sin embargo, deberíamos confiar en que Dios está con nosotros. Pero esto no es fácil cuando ves que todo está cambiando a peor en el plano económico. Por eso debemos mirar a nuestro alrededor y ver que hay gente mucho peor que nosotros y que aunque todos, o casi todos, estemos peor que antes no deberíamos quejarnos tanto, más bien deberíamos dar gracias a Dios por tener para comer cada día, que no es poco. Y seguro que nos sentimos mejor y más positivos y eso nos da fuerzas para seguir adelante con más optimismo.

Criticar no es ir en contra

Al leer algunos blogs me doy cuenta de que aunque se diga que la Iglesia está en crisis y los templos están cada vez más vacíos, hay cada vez más gente con necesidad de Dios, unos lo manifiestan claramente y otros no, pero están en contra de la Jerarquía eclesiástica.
Todos los días leo algunos versículos de la Biblia. Y es curioso uno que he leído hoy Jn 11, 47-50, en el que los jefes de los sacerdotes deciden que tienen que quitar a Jesús del medio porque si no, ellos perderían su poder y sus templos. Me llama la atención porque después de tantos años todavía hay actitudes en la Iglesia que se parecen a estos maestros de la ley y sacerdotes de la época de Jesús. Algunos miembros de la Jerarquía no quieren perder el poder que han tenido durante tantos años y no ven a los laicos como hermanos sino como hijos que deben acatar unas normas. Sin embargo, Jesús les decía a los discípulos que no dejaran que les llamaran maestro, padre o preceptor, porque el mayor de todos es el que más tiene que servir a los demás (Mt. 23)
Con esto no pretendo acrecentar aún más el odio de tanta gente hacía la Iglesia, sino denunciar la necesidad de mucha gente, que vive su fe en soledad, de pertenecer a la Iglesia humana de Jesucristo, del Evangelio, no de las normas y los decretos y de actitudes prepotentes que alejan a la gente de las iglesias.
Tampoco me parece correcta la postura de mucha gente que critica a la Jerarquía de la Iglesia y se queda al margen. Jesús no estaba de acuerdo con muchas actitudes de la religión de su época, pero no vino a cambiarlo todo. Lo primero que hizo fue ser judío y defender la ley de Moisés. Sólo rechazaba la forma de aplicar esta ley por parte de los fariseos y los maestros de la ley. También criticaba Jesús a los fariseos, gente fanática en su forma de entender la religión y que hoy en día pueden tener ciertas similitudes con algunos sectores ultraconservadores de los laicos católicos que se indignan cuando alguien hace cualquier comentario en contra de alguna norma de la Iglesia. Algunos ateos dicen en los blogs que los católicos somos gente "abducida" y algunos realmente lo parecen cuando se escandalizan con las críticas sin ni siquiera analizar si es verdad o no.
En una revista hace unos días aparecía un artículo de la periodista Ángeles Caso, en el que defendía que las mujeres pudieran ejercer el sacerdocio y en las siguientes publicaciones de la revista aparecieron un aluvión de cartas de católicos muy ofendidos que la tachaban de atea y le decían que se metiera con los musulmanes y dejara tranquilos a los católicos que estábamos muy bien así.
El otro día fui a ver el Cádiz en el estadio en un partido aburridísimo. Hubo gente que se enfadaba con los jugadores insultándolos y pitándoles y había otros a los que no les parecía bien que estos aficionados no defendieran a su equipo. En realidad es una situación parecida, unos son aficionados fanáticos y los que les critican por jugar mal quieren a su equipo igual o más que los otros pero saben reconocer cuando lo hacen mal y hacen algo para que reaccionen y cambien su forma de jugar.
A toda esa gente que está en contra de la Jerarquía de la Iglesia y que lee mi blog les digo que si creen en Jesús y en su mensaje, lo busquen en la Eucaristía y en la Palabra de Dios leída en comunidad, que aunque el verdadero templo está en nuestro corazón, cuando dos o más se reúnen en su nombre ahí se hace más presente. Y que hagan como Él e intenten cambiar lo que no les gusta de la Iglesia desde dentro como hizo Jesús con la religión judía. Es cierto que uno solo no puede cambiar el mundo pero seguro que en alguna parroquia hay gente dispuesta a luchar para que vayan cambiando las cosas. Por eso también les digo a los sacerdotes y miembros de la Jerarquía eclesial que si hay alguien que intente cambiar las cosas no hagan como los sacerdotes que pretendían crucificar a Jesús para evitarse problemas con los romanos y no utilicen su autoridad para echarlos de las iglesias.